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España España · Tramacastiel
Voto de Luis:
8
Comedia Alberto es un humilde vendedor de periódicos de Roma, fascinado con la clase alta. Su sueño es llegar a ser uno de esos aristócratas que constantemente observa en los diarios. Finalmente conoce al conde Max, un viejo aristócrata, que le aconseja pasar las vacaciones en Cortina D'Ampezzo, donde él pasaba largas temporadas. Una vez allí, Alberto es confundido con el conde. Remake de "Bajo aristocrático disfraz". (1937) (FILMAFFINITY)
23 de julio de 2020
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El conde Max" es un film que no podría hacerse hoy, dados los modales y maneras de la alta sociedad, que apenas se distinguen de los del pueblo. Corresponde a un tiempo, años cincuenta, en que la aristocracia residual aún pesaba y conservaba un ritual de artificiosa caballerosidad. Lo original de la película es que un vulgar vendedor de periódicos desee ascender de clase social y convertirse en aristócrata, tal es su admiración, sacada de las revistas, por baronesas y condes.
Tenemos, en principio, la amistad entre ese kioskero (Alberto Sordi) y el conde Max (Vittorio de Sica), un noble arruinado que no tiene ni para comer y se aprovecha de su admirador para leer gratis las publicaciones del kiosko.
Max alecciona a su alumno sobre cómo besar la mano, poner el pie o vestir. Y le acaba recomendando que en vez de veranear en su pueblo lo haga en una estación de esquí de lujo. Una vez allí una baronesa francesa (Anne Vernon) lo confunde con el conde Max y lo arrastra a unas imposibles relaciones con otros aristócratas y con un ganadero español (Jacinto San Emeterio).
A partir de ahí nos encontramos en una comedia satírica sobre el absurdo de que un ignorante proletario intente hacerse pasar por un noble, pues ha de montar a caballo sin saber o sostener conversaciones sobre temas que desconoce. Al tiempo se caricaturiza la vanidad, el lujo y la soberbia de una clase de ricos que no hacen sino viajar, jugar a las cartas, murmurar y reirse de todo lo vulgar.
El falso Max va comprendiendo que su admiración por la alta sociedad no tiene consistencia, sobre todo al conocer una humilde camarera que sirve a la baronesa (Susana Canales) y que resulta más moral e inteligente.
No se trata de una comedia banal, a pesar de su apariencia. Nos dice que las exquisitas maneras de la alta sociedad sólo son el disfraz de su egoísmo y su desprecio hacia los pobres.
Aparte de esos dos grandes comediantes italianos que encabezan el film y que son irrepetibles, quiero destacar a esa encantadora actriz española que fue Susana Canales, más contratada y mejor utilizada en el cine italiano que en el español. Posee belleza, carácter y talento. Y aunque su papel no le permite mucho lucimiento (tuvo otro mejor en "La muchacha de la plaza de San Pedro", también con de Sica) no por ello deja de resultar atractiva.
Luis
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