Olé con el rumano. Jamás había visto en ell cine un cajón de sastre tan espacioso como este. Sin apenas pausa el director de la película mueve la batuta de lado a lado y un dramón sentimentaloide se convierte a ratos en salvaje comedia. Un homenaje con tintes místicos a la música clásica del gran Tchaikovsky pasa en segundos a una parodia exagerada de la Rusia actual, una crítica al feroz al comunismo que también se ceba a ratos con el capitalismo o con lo que pase por allí. También hay sitio para algún guiño nostálgico, un pelín de romanticismo, una dosis de historia y algún detalle de humor infantil, porque hay que pensar en todo el mundo. Por no faltar no falta ni un tiroteo para que los amantes de la acción también salgan contentos.
Con todo esto, la película lógicamente es caótica y lejos de cualquier credibilidad. Pero entretenida desde luego que es.