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Voto de Nadja:
8
6,9
8 461
Drama. Thriller
Cuando hace una entrega, Jongsu (Yoo), un joven mensajero, se encuentra por casualidad con Haemi (Jun), una chica que vivía en su vecindario. La joven le pide que cuide a su gato durante un viaje a África. A su regreso, Haemi le presenta a Ben (Yeun), un joven misterioso y con dinero que conoció allí. Un día, Ben revela a Jongsu un pasatiempo muy extraño... Adaptación de una historia de Murakami. (FILMAFFINITY)
11 de diciembre de 2018
101 de 111 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es la primera película de Lee Chang-Dong que visualizo. Y lo que me animo a verla fue descubrir que su argumento estaba basado en un relato de Haruki Murakami, uno de mis escritores favoritos. Además se debe contar con el añadido del maravilloso elenco protagonista. Dos de los mejores actores coreanos del panorama actual; Yoo Ah In y Yeun Steven.
Contando con todo esto me esperaba encontrarme una gran película y el resultado final no me ha decepcionado en lo absoluto.
Pero empecemos por el principio. El argumento.
Lee Chang-Dong nos presenta un hibrido entre drama romántico y thriller. La historia que se nos narra comienza con el encuentro casual entre dos viejos amigos de la infancia que han vuelto a reencontrarse de la forma más inesperada. Estos son Jongsu y Haemi. El primero es hijo de un ganadero que tiene problemas de ira y trabaja como mensajero y cuidando la granja de su padre. Pese a su origen humilde sueña con ser escritor y está inmerso en la redacción de su primera novela. Haemi a su vez también se ve obligada a aceptar trabajos que detesta para poder subsistir y pagarse un pequeño apartamento en el que vive con su gato Caldero, un misterioso animal que teme a los extraños y nunca se deja ver.
Durante sus primeros encuentros Haemi le pide a Jongsu que cuide a su gato mientras ella viaja a África. Aunque no se conocen mucho, en una de sus charlas Haemi le relata la existencia de una tribu donde se distinguen dos clases de personas. Se trata de los hambrientos y de los muy hambrientos. Los primeros tienen hambre, los segundos desean algo más. La curiosidad existencial, algo que solo existe para aquellos que nunca se llenan con nada. Ni físico ni material y que siempre andan deseosos de tomar un poco más de lo que anhelan.
A su regreso a Corea, Haemi trae consigo a un misterioso chico que ha conocido durante su viaje. Se llama Ben y a diferencia de ambos no ha crecido en una granja de mala muerte escuchando las consignas de Pyongyang y aislado de la corriente capitalista. Ben representa esa parte de la Corea occidentalizada y atrapada por las fauces del capitalismo. Mientras el triangulo amoroso se cuece a fuego lento, Ben decide confesarle a Jongsu su pasatiempo favorito; le encanta incendiar invernaderos.
A partir de esta escena empieza la verdadera película pero no somos conscientes de ello hasta más tarde cuando recordamos una conversación acaecida entre Jongsu y Haemi en uno de sus primeros encuentros.
Acompañada de una banda sonora espectacular y una fotografía sublime estamos ante una gran película que muestra muchísimo más de lo que se puede apreciar a simple vista y que lleva implícita en ella una gran denuncia social. La desigualdad económica de una Corea que se resquebraja, que no sabe donde están sus raíces. Que camina a la deriva entre la tradición y la modernidad, luchando por encontrar su propia identidad.
Contando con todo esto me esperaba encontrarme una gran película y el resultado final no me ha decepcionado en lo absoluto.
Pero empecemos por el principio. El argumento.
Lee Chang-Dong nos presenta un hibrido entre drama romántico y thriller. La historia que se nos narra comienza con el encuentro casual entre dos viejos amigos de la infancia que han vuelto a reencontrarse de la forma más inesperada. Estos son Jongsu y Haemi. El primero es hijo de un ganadero que tiene problemas de ira y trabaja como mensajero y cuidando la granja de su padre. Pese a su origen humilde sueña con ser escritor y está inmerso en la redacción de su primera novela. Haemi a su vez también se ve obligada a aceptar trabajos que detesta para poder subsistir y pagarse un pequeño apartamento en el que vive con su gato Caldero, un misterioso animal que teme a los extraños y nunca se deja ver.
Durante sus primeros encuentros Haemi le pide a Jongsu que cuide a su gato mientras ella viaja a África. Aunque no se conocen mucho, en una de sus charlas Haemi le relata la existencia de una tribu donde se distinguen dos clases de personas. Se trata de los hambrientos y de los muy hambrientos. Los primeros tienen hambre, los segundos desean algo más. La curiosidad existencial, algo que solo existe para aquellos que nunca se llenan con nada. Ni físico ni material y que siempre andan deseosos de tomar un poco más de lo que anhelan.
A su regreso a Corea, Haemi trae consigo a un misterioso chico que ha conocido durante su viaje. Se llama Ben y a diferencia de ambos no ha crecido en una granja de mala muerte escuchando las consignas de Pyongyang y aislado de la corriente capitalista. Ben representa esa parte de la Corea occidentalizada y atrapada por las fauces del capitalismo. Mientras el triangulo amoroso se cuece a fuego lento, Ben decide confesarle a Jongsu su pasatiempo favorito; le encanta incendiar invernaderos.
A partir de esta escena empieza la verdadera película pero no somos conscientes de ello hasta más tarde cuando recordamos una conversación acaecida entre Jongsu y Haemi en uno de sus primeros encuentros.
Acompañada de una banda sonora espectacular y una fotografía sublime estamos ante una gran película que muestra muchísimo más de lo que se puede apreciar a simple vista y que lleva implícita en ella una gran denuncia social. La desigualdad económica de una Corea que se resquebraja, que no sabe donde están sus raíces. Que camina a la deriva entre la tradición y la modernidad, luchando por encontrar su propia identidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
La escena a la que me refería es esta.
Haemi está sentada en la mesa de un restaurante y le muestra a Jongsu como pelar una mandarina imaginaria. Según ella, el verdadero deleite que implica tal acto no se puede disfrutar si sigues siendo consciente de que la mandarina es imaginada. Solo cuando la comienzas a ver como algo real, solo en ese momento podrás disfrutar verdaderamente de ella y encontrarle un sentido al simple acto de devorarla.
Nos convertimos en esa mandarina pelada por Haemi pero esta vez dentro de los ojos de Jongsu. Porque cuando su amiga desaparece sin dejar rastro atrás, este decide sacar sus propias conjeturas.
Un gato que aparece de repente en el edificio de Ben y que responde al nombre de Caldero, un reloj que comparten todas las chicas que trabajan junto a Haemi y que este esconde en su apartamento, un invernadero incendiado que nunca se encontró y un pozo que quizá podría haber existido conjuran la chispa de la sospecha de Jongsu.
El chico de granja que un día soñó que le hablaba Faulkner.
Y como él, sacamos nuestras propias conjeturas con los escasos datos que tenemos.
Porque esta historia no es brillante por los hechos que relata, si no por lo que recrea en cada espectador que la visualiza.
Es cuando tomamos por posible lo dudoso cuando la convertimos en una gran historia. En una historia real.
De este modo, Jongsu elige creer que Ben es un asesino y acaba con su vida.
Ni nosotros ni el sabemos si es verdad o es mentira que asesino a Haemi pero hemos decidido que sea nuestro asesino y solo cuando tomamos esa decisión empezamos a disfrutar la película.
Jongsu empieza a escribir su novela, esta vez de verdad y mata a Ben dejando atrás un gran incendio.
Nunca sabremos si el deseo de matar nació en Ben o en Jongsu, quien era la víctima y quien el verdugo.
Si haemi sigue en el pozo o simplemente desapareció.
Pero hemos disfrutado conjurando la historia que creemos haber visto.
En este planteamiento reside la magia de la película.
Y es que la vida no es más que cuestión de perspectiva. Del lado del que sea.
Haemi está sentada en la mesa de un restaurante y le muestra a Jongsu como pelar una mandarina imaginaria. Según ella, el verdadero deleite que implica tal acto no se puede disfrutar si sigues siendo consciente de que la mandarina es imaginada. Solo cuando la comienzas a ver como algo real, solo en ese momento podrás disfrutar verdaderamente de ella y encontrarle un sentido al simple acto de devorarla.
Nos convertimos en esa mandarina pelada por Haemi pero esta vez dentro de los ojos de Jongsu. Porque cuando su amiga desaparece sin dejar rastro atrás, este decide sacar sus propias conjeturas.
Un gato que aparece de repente en el edificio de Ben y que responde al nombre de Caldero, un reloj que comparten todas las chicas que trabajan junto a Haemi y que este esconde en su apartamento, un invernadero incendiado que nunca se encontró y un pozo que quizá podría haber existido conjuran la chispa de la sospecha de Jongsu.
El chico de granja que un día soñó que le hablaba Faulkner.
Y como él, sacamos nuestras propias conjeturas con los escasos datos que tenemos.
Porque esta historia no es brillante por los hechos que relata, si no por lo que recrea en cada espectador que la visualiza.
Es cuando tomamos por posible lo dudoso cuando la convertimos en una gran historia. En una historia real.
De este modo, Jongsu elige creer que Ben es un asesino y acaba con su vida.
Ni nosotros ni el sabemos si es verdad o es mentira que asesino a Haemi pero hemos decidido que sea nuestro asesino y solo cuando tomamos esa decisión empezamos a disfrutar la película.
Jongsu empieza a escribir su novela, esta vez de verdad y mata a Ben dejando atrás un gran incendio.
Nunca sabremos si el deseo de matar nació en Ben o en Jongsu, quien era la víctima y quien el verdugo.
Si haemi sigue en el pozo o simplemente desapareció.
Pero hemos disfrutado conjurando la historia que creemos haber visto.
En este planteamiento reside la magia de la película.
Y es que la vida no es más que cuestión de perspectiva. Del lado del que sea.