Si bien Wenders no se esmera por deslumbrarnos, con muy poco logra mantenerte expectante. Tal vez sus dos horas de metraje le quedan grandes, para lo poco que nos cuenta. Hubiera estado mejor recortar varios minutos.

Que no se malentienda, la historia está bien, que sea simplona y básica, no quita que la vez tenga esa sutileza de las cosas y lo cotidiano la que encuadra la complejidad de la vida y las relaciones humanas y su interrelación entre sí. Es una idea muy poderosa la que plantea Wenders. Pero con esto tampoco basta para una narración que, por momentos, se empantana y sientes que no evoluciona.

Es para verla sin pedirle mucho, manteniendo las exigencias a raya pero sin ser muy estricto.