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Voto de Sergio Berbel:
10
Romance. Drama. Comedia Barry (Adam Sandler) es un tipo solitario y poco sociable que fue educado entre siete hermanas. La sobreprotección que se le dispensó desde niño le ha impedido enamorarse. Un día descubre un error en un concurso con el que tiene intención de ganar miles de millas en billetes de avión. Mientras tanto, por mediación de su hermana conoce a una misteriosa mujer (Emily Watson) con la que inicia una romántica aventura. (FILMAFFINITY)
12 de mayo de 2023
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Resultan verdades indiscutibles e indiscutidas que el mejor Paul Thomas Anderson habita en el drama, cuanto más oscuro, barroco, desgarrador, malsano y abigarrado, mejor. Y que es por sus dramas por lo que he llegado a considerarlo el mejor cineasta del planeta. Siempre que ha abordado el drama, nos ha legado una obra maestra portentosa para la historia del cine. Tras deslumbrar al mundo con una ópera prima a medio camino entre el thriller y el drama psicológico llamada “Sydney”, puso el mundo boca abajo con la portentosa tragicomedia “Boogie Nights”. Después, su evolución estilística y argumental volaría hasta alturas inalcanzables para cualquier otro cineasta con una de las películas de mi vida, “Magnolia”. Entre las citadas y su gran trilogía americana posterior (lo mejor de su carrera: “Pozos de ambición”, “The Master” y “Puro vicio”), como bisagra, como rara avis, como cinta distinta que no sigue los códigos propios de su excelsa filmografía, rodó en 2002 “Embriagado de amor (Punch-Drunk Love)”, su particular homenaje a las comedias románticas en technicolor de Stanley Donen o Blake Edwards, a las que supera con creces legándonos la mejor comedia romántica del siglo XXI.

Estamos ante el deslizamiento del gran genio del cine contemporáneo por la peligrosa pendiente de la comedia, resultando finalmente también “cum laude” en su resultado final cuando, como no podría ser de otra manera, la mezcla de forma posible pero plausible con algunas gotas de thriller. Muchos se han equivocado considerándola su obra menor: craso error, por el fondo y, claro, porque en la forma siempre es sublime, estéticamente insuperable como propio del mejor director de nuestro tiempo que es, gracias además, como no podría ser de otra manera, a otra lección magistral de fotografía de Robert Elswit que sabe saturar los colores como nadie para crear ese ambiente amable de la comedia sesentera de manera magistral.

Y es que, a la postre, seguramente será porque sus excesos de guión, en el género dramático, resultan desgarradoramente excelsos, pero no se quedan detrás cuando se adentran en el terreno de la comedia, como en el caso de buena parte del metraje de “Boogie Nights” o en esta maravillosa y desternillante “Embriagado de amor”, donde logra dar una vuelta de tuerca a la comedia romántica de chico-conoce-a-chica, y desde luego que lo logra, porque revienta cada uno de los cánones repetitivos hasta la náusea del género, y en eso Paul Thomas Anderson también resulta envidiable, como en todo lo demás.

Estamos ante PERFECTA comedia romántica donde ni ella ni él andan bien de la cabeza, nada bien, más bien requieren con urgencia un psiquiatra de guardia y a ser posible bueno. Y para ello, Paul Thomas Anderson utiliza dos actores a los que creo imaginar que les exige reventar por las costuras las interpretaciones propias de tan edulcorado género para que acaben resultando sobreactuados, increíbles y excesivos, finalmente geniales, especialmente en el curioso supuesto de Adam Sandler (es la única interpretación de éste que tolero, quizás por haberse tirado de cabeza en el exceso) como de una acertada Emily Watson.

Eso sí, si quieres recrearte y hacer gozar a tu retina con planos secuencia larguísimos, movimientos de cámara que se prolongan durante escenas completas, solemnidad y esteticismo del mejor que haya ofrecido la historia del cine (ojo a sus escenas quemadas, pura metáfora visual), ahí nunca falla Paul Thomas Anderson. En eso, él es el mejor, el que siempre dice la última palabra, el dios del cine que adoro.

Dicho sea de paso, la parte musical de la película, como ocurre en toda la filmografía de Paul Thomas Anderson, es magistral y desquiciante, provocadora y sutil, llamativa y desgarradora, estridente y melódica, pero, sobre todo, muy importante para el desarrollo narrativo de la gran comedia romántica de este siglo.
Sergio Berbel
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