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España España · Abroad (de momento)
Voto de Shinboneniná:
6
Drama Don Birnam (Ray Milland) es un escritor fracasado a causa de su adicción al alcohol, adicción que lo ha destruido física y moralmente y lo ha convertido en un hombre desprovisto de voluntad. Con tal de seguir bebiendo es capaz de todo, incluso de robar. Tanto su novia (Jane Wyman) como su hermano intentan por todos los medios regenerarlo, pero sus esfuerzos parecen estériles. (FILMAFFINITY)
8 de julio de 2008
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
El alcohol es un producto de nuestra cultura, tan añejo como la propia civilización, por el que la sociedad ha pagado, a cambio de momentos de placer, un precio considerable en forma de violencia, enfermedad, muerte y variados tipos de dolor. El personaje de Milland se refiere al alcoholismo como un tío vivo; más bien debería compararlo con una montaña rusa, pues, como todo el mundo ha podido comprobar tras algún exceso espirituoso, a la fase efusiva de “exaltación de la amistad”, le sigue otra de decaimiento físico, que culmina en el estadio “dormir la mona”. Wilder ilustra a la perfección una de las claves del problema: los alcohólicos tratan de paliar su inseguridad y el miedo ante el mundo a través de un licor capaz de infundirles una ilusoria certeza, de calmar una ansiedad irracional. Es entonces cuando el individuo se convierte en esclavo de la botella, aparece la dependencia y más tarde el síndrome de abstinencia cuyo exponente más reconocible es el delirium tremens.
La construcción del personaje protagonista es impecable, ilustra de forma pormenorizada las diferentes fases por las que pasa un alcohólico prototipo. Quizá sea eso lo que impide que la película redondee el resultado final. El cáustico humor de Wilder está ausente por completo, así como la ácida crítica social. Llama la atención que, pese a estar producida en plena II Guerra Mundial, no haya alusiones al conflicto. Y apenas una a la Ley Seca, que había estado en vigor hasta la Gran Depresión. Por momentos, me parece una obra políticamente correcta, al servicio del lucimiento de Milland, que se llevó el Óscar, y de un cierto mensaje moralizante que desvirtúa algunos de los momentos más dramáticos. Más parece un encargo de la sanidad estadounidense que la auténtica creación de un maestro del cine. Tampoco es un guión original, y eso se nota. Con todo, es una de las pocas buenas aproximaciones a la lacra del alcoholismo. Aunque me sigue gustando más “Días de vino y rosas”.
Shinboneniná
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