En el plano técnico, la saga “Resacón” me parece honesta porque trata de hacer una película de verdad, una comedia como las de antes, en las que los protagonistas viven aventuras, experiencias o peripecias que les llevan a situaciones divertidas rodadas con profesionalidad y ambición de hacer algo competente. En este caso no se puede decir que sean paradigmas de buen gusto, pero hay un trabajo de construir un marco para que cuatro actores con dotes desiguales para el humor ejecuten sus gags como actores de verdad, sin esperar a las risas enlatadas o simplemente entrando en escena a decir groserías incoherentes (sí, por si alguien se lo pregunta me estoy refiriendo a la factoría Appatow y sucedáneos).

“Rescaón 2” me parece una comedia de alto standing. A pesar de su aparente chabacanería, de sus monos feladores, de sus transexuales en pelotas o de sus chistes de lefa, hay un gran esfuerzo detrás para que las piezas encajen y un gag conduzca al siguiente con naturalidad. Pero realmente la pregunta que cada uno debe responder, lo único verdaderamente importante a la hora de valorarla (porque la valorción de esta película es algo especialmente personal e intransferible) es: ¿te gustó la primera parte o, como mínimo, entraste en el rollito? Si es que sí, aquí encontrás más de lo mismo y, probablemente, más alocado. Si es que no, la aborrecerás con más fuerza si cabe. A mí, ni fú ni fá. Más fá que fú. Al final te terminas riendo por la misma razón que nos da la risa cuando vemos a alguien que golpea con el bordillo de la piscina al querer lucirse haciendo alguna estupidez.