No me gusta (demasiado) el teatro. A veces quedo como un paleto intransigente por decirlo pero siempre me ha parecido un vehículo para lucimiento de egos frágiles y gente insoportable, aunque esté feo generalizar. No llevo bien su manera de declamar, lo evidente de sus maquillajes y gesticulaciones, la “intensidad” de sus interpretaciones, etc. No me lo creo y no me emociona aunque reconozco que no he ido mucho.

Mi primera lectura de “Eva al desnudo” me reafirma en todo lo que digo porque Joseph L. Mankiewicz es implacable con la sibilina malicia de Anne Baxter, la decadencia de Bette Davis y el repelente esnobismo de George Sanders. Le sigo dando vueltas y me doy cuenta de que el muy cabrón me ha vendido una obra de teatro sustentada única y exclusivamente en unos personajes y diálogos que son un caramelo para cualquier actor. Después leo que al año siguiente de escribir y dirigir esta obra maestra, intentó sin éxito escribir para Broadway. Ellos sabrán porque no le quisieron. ¿Demasiado duro con sus personajes/actores, quizá?