Es un peligro, eso de ser estrella de cine.
No para uno, desde luego, sino para las historias que se protagonizan y el propio cine. Uno corre el riesgo de tomarse más en serio de lo que debiera, de milímetrar más los proyectos en los que participa, de cortar un traje del que nadie ha tomado medidas.
Hay buenos casos, hay estrellas que han querido, han podido, y han sabido hermanar sus gustos con los del público. Y luego están los otros. Luego están las historias como 'Focus'.

Will, nadie te pedía que te pusieras serio (al principio estaba bien, luego ya cansa verte la misma cara de circunstancia). Will, nadie te pedía que fueras el astro que a todos ilumina. Y desde luego, Will, nadie te pedía una historia de esas "con truco" que se cree más ingeniosa de lo que es y es digna de mejor causa.
Que lo que es la trama atrae, no lo dudo, el mundo de los criminales organizados, con una capa extra de glamour, todos con cochazos, trajazos, copazos y encima guapos. Qué fantástico, una inmersión en un submundo que encima se desvela con reglas sofisticadas, pero sobre todo muy 'cool'.

Es el caramelito, la historia perfecta para que Will no se despeine demasiado y a la vez nos demuestre lo buen actor que es y el genial tipo que tiene, el perfecto lavado de cara "aquí estoy" después de tratar de aupar a su hijo al éxito y pegarse de morros.
La clase de historia que si se anunciara diciendo "aquí viene el tito Will de nuevo, nenes" le aplaudiría por su honestidad y de la que no pasaría porque, en el fondo, no me cuenta nada.

Pero existe porque todos salimos ganando: Will recibe su baño de ego y "prestigio", la nueva rubia de Hollywood su escalón a la fama, sus directores visibilidad espero que para otras cosas, y el público un artificio de juguete con muchos resortes chulos y sorpresivos.
Nada que reprochar, si tuviera un mínimo criterio comercial yo también pondría mi dinero aquí.

Como no lo tengo, solo diré: Will, tío majo, ahórrate hacer una peli para conocer íntimamente a Margot Robbie.
Que luego somos nosotros los que nos la tragamos cuando podríamos estar durmiendola en cualquier tarde perezosa de domingo.