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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Serie de TV. Acción Serie de TV (2017-2019). 2 temporadas. 26 episodios. Frank Castle, conocido por las calles de Nueva York como 'el Castigador', busca venganza contra los responsables de la muerte de su familia y, por el camino, destapa una conspiración que va mucho más allá de su vendetta personal. Spin-off de la serie "Daredevil". (FILMAFFINITY)
21 de noviembre de 2017
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
De entre todos los personajes que alguna vez han poblado un cómic, Frank Castle sigue siendo uno de los más simples, y a la vez uno de los más complejos.
Parecería fácil reducirle al estereotipo de justiciero vengativo propio de los ochenta, pero cuando algún autor ha rascado tras esa capa se ha encontrado un abismo negro, negrísimo, que como dice el dicho te mira de vuelta.
Frank Castle es la encarnación del ciudadano de a pie, amoroso padre de familia y respetable vecino, en continua lucha con una conciencia oscura que le cuenta que el sistema no funciona como debería, porque todo lo que se ha ganado lo puede perder en un segundo, por unas reglas caprichosas que se dictan desde el beneficio inmediato, pasando por encima de vidas humanas, que son los "daños colaterales".
Y Castle lo sabe, porque él mismo ha sido parte de eso.

'The Punisher', versión serie, por fin tiene tiempo de recorrer ese pozo moral al que otras versiones apenas se asomaban.
Porque, lo dicho, aquellas se contentaban con presentar a Frank como ejecutor de una venganza, y nunca veíamos reposadamente cómo le afectaba, cómo le dolía o cómo reaccionaba.
Y si lo que determina quiénes somos es cómo encajamos las decepciones, como se dice en un momento de la serie, nada nos cuenta más de Castle que verle tratando de afinar una nota en la guitarra de su presente para un pasado que ya no existe.

Frank Castle murió en aquel picnic de parque. Pero, una vez consumada su venganza, también murió Punisher.
Entonces, ¿quién es el hombre que queda, blandiendo el mazo en la madrugada, destrozando un muro de obra con la furia de mil emociones nunca expresadas?
Nadie, un zombie, un espectro vagando por un mundo que no entiende. Circundado por los restos humanos de una guerra que a todos agotó.
Pero no pasa mucho tiempo hasta que un justiciero vuelve a ser necesario, porque alguien mueve los hilos turbios en la ciudad, traficando droga en los soldados muertos que volvían a casa, meándose en la paz por la que habían batallado y, en definitiva, sacando provecho de un escenario en el que nadie debería ganar nada.

Esto sigue siendo la guerra, sólo que ni nosotros ni Castle nos habíamos dado cuenta.
Por si acaso hace falta resaltarlo, ahí está esa manera de filmar los tiroteos y planificar estrategias, una decisión estilística que nos demuestra que estas personas no han abandonado Afganistán: una guerra urbana que sólo ven los que participan en ella, librada por náufragos de una vida que han tenido que adaptar lejos de casa, porque no pueden evitar esa deriva.
Por eso el antiguo compañero de Frank, Billy Russo, dirige una agencia de seguridad preparada para todo, por eso las reuniones de veteranos están llenas de combatientes, viejos y jóvenes, que se despiertan disparando la pistola de su mesilla cuando alguien entra por la puerta.
Porque la guerra se sigue llevando por dentro, nunca ha sido abandonada cuando se necesita.

Frank podría haber acabado en alguno de los dos lados de ese espectro (matando por dinero o muriendo por no poder matar) pero las contradicciones de su pasado le dejan en tierra de nadie: él siempre acarició su esposa con tanto cariño como sangrienta brutalidad desplegaba con los enemigos de Norteamérica.
Ahí es donde entra Microchip, brújula moral de la serie y elemento clave en la evolución de Castle para llegar a comprenderse/salvarse, tendiéndose una relación entre ambos descastados de ejército que no necesitan buscar una guerra desesperadamente.
La familia de Micro entra también en juego, y son el descanso más placentero que podemos encontrar en este panorama: personas de a pie, normales, que no piensan en términos de sangre ni se preocupan más allá de qué van a cenar un martes por la tarde. Frank se mete entre ellos para fastidiar a Micro, pero por el camino, con una mirada que sella su amistad, se dan cuenta de que les necesitan para apreciar a quiénes deben salvar ("estos críos te sacarán de quicio, te complicarán la vida... pero debes agarrarte a algo que te importe para salvar la tuya").

Esa perspectiva de "última oportunidad" se traslada a todos los personajes de la serie: la mujer de Micro, "aún teniendo la mitad de su vida", busca alguien a quien querer, la detective Madani acepta el sexo salvaje de Billy Russo como desahogo, Karen Page sigue buscando un rastro de humanidad en Castle... todos ellos queriendo agarrarse a ese algo importante, ante la guerra sin cuartel ni sentimientos que asola Nueva York.
¿Dónde deja eso a Frank Castle?
Como el único que se enfrentará a la escoria criminal sin mirar atrás, el expiador cadavérico de pecados propios y ajenos, defensor de un inocente que todavía puede permitirse tener sentimientos personales (la primera víctima que Castle dejó atrás).

Su confesión final no es tanto una pedida de ayuda, o una declaración de intenciones, sino una amarga autoafirmación personal: le gustaba estar más allá, lejos de su familia, cada vez más distante, a veces disfrutando de la carnicería que provocaba.
Cuando murieron, su esposa e hijos se convirtieron en sueños, ilusiones cada vez más difíciles de conectar con su verdadera identidad.
Algo con lo que tendrá que aprender a vivir, al igual que el veterano de una guerra que no acaba.

Pero, también en ese final, tras el miedo de la sinceridad, se desprende cierta tranquilidad al confesarlo tal cual.
Y no me queda otra que admirar al hombre que ha decidido abrazar a sus demonios y proponerse que no dañen a nadie más, aunque no pueda compartir su moralidad.
Charles
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