Haz click aquí para copiar la URL
España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Acción. Aventuras. Thriller James Bond recibe un críptico mensaje del pasado que le confía una misión secreta que lo lleva a México D.F. y a Roma, donde conoce a Lucía Sciarra, la hermosa viuda de un infame criminal. Bond se infiltra en una reunión secreta y descubre la existencia de una siniestra organización conocida como SPECTRE. Mientras tanto, en Londres, el nuevo director del Centro para la Seguridad Nacional cuestiona las acciones de Bond y pone en duda la ... [+]
16 de noviembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la historia de James Bond, ha habido espacio para todo.
Para mujeres fatales e inocentes, para doctores malignos y dictadores perversos, para exóticas guaridas o imposibles paisajes. Ha cabido todo un universo, del el que se podría decir, con mucho temor a equivocarse, que no cabe nada más.
Y si tenemos en cuenta que Sam Mendes hizo una momentánea apropiación de la saga, haciendo la que probablemente sea la mejor de sus historias, una de las que "avanzan el personaje", nadie puede culparle que el siguiente paso sea jugar con ese universo en forma de caja de juegos que ahora tiene. Es decir, es lógico que esta sea una de las "para divertirse con el personaje".

'Spectre' ya la hemos visto, no hay duda. Sam Mendes lo sabe, y hasta el propio 007 lo sabe. Pero nunca la hemos visto como ahora.
Una canción inesperadamente sentimental y unos tentaculares créditos de pesadilla abren la veda: James Bond tiene una amenaza oscureciendo cada rincón de su existencia. Siempre ha llegado el momento, a cada nuevo agente secreto, en el que los desafíos se tornan reales y hay alguien manejando los hilos, uno de esos megálomanos con aires de grandeza que es más difícil de ignorar que el resto.
Podría ser un magnate con querencia por las muchachas doradas, o quizá un ex-agente con rencor, pero esta vez es el presidente de las sombras, un enemigo del pasado inconsciente ahora renovado.

Es difícil, en ese sentido, ignorar el guiño autoconsciente descarado que dicho enemigo se dedica en determinado momento, porque casi establece la posición de la propia historia: hay muchos elementos de James Bond que claman por una actualización a los nuevos tiempos, y aquí se les da ese necesario lavado de cara.
¿Nada más? Y nada menos, considerando que a las formas alocadas al borde del disparate se les ha dado una pátina de elegancia y saber hacer que les sientan de maravilla.

"Los muertos están vivos", esa es la primera frase que se ve.
Como si se tratara de un mantra, se sacan viejos elementos casi muertos y enterrados para convertirlos en pura diversión, porque no nos engañemos, la saga Bond funciona mucho mejor cuando se olvida de que tiene que responder a reglas construidas en el mundo real.
Así, México se convierte en un baile sostenido de máscaras esqueléticas donde hordas de muertos han tomado las calles, una casa aislada en la nieve refugia a un viejo terminal enfermo de pasado y pesar, la casa acristalada en el pico de una montaña esconde almas arrepentidas y una reunión secreta donde se susurran planes de dominación adquiere tintes terroríficos por todas las personas sin cara que la forman. Es el estilo, inimitable estilo, sobre el fondo, y es la razón de ser de todo.

De hecho, funciona peor cuando se preocupa innecesariamente por un fondo.
Bond luce como nadie acosado por asesinos fuera de foco, que invaden el plano con una sensación creciente de inquietud, no tanto seduciendo a una madurita para conseguir información. Carece de sutileza, de ingenio y de la importancia que podría haber tenido, conduciendo a la nada (y podría haber sido todo teniendo en cuenta que Monica Bellucci y Daniel Craig comparten casi edad y posibles achaques).
Igualmente sucede con la psicóloga Madeleine, que parece una niña en comparación y a la que toda la caracterización de Lea Seydoux no le hace ningún favor. Cuesta creer que hayan tenido a las mujeres perfectas delante y al final se hayan decidido a emparejar a Bond con una adolescente que no le aguanta ni media réplica, sufriendo para construir con él algo parecido a química.
Y si bien se juguetea agradablemente con la suspensión de incredulidad a la que ya tocaba darle calurosa bienvenida, no es menos cierto que el ansia de realismo mata la persecución menos emocionante en la historia de Roma. Un par de chistes sustituyen lo que antes eran increíbles gagdets, mientras Bond sostiene una conversación por teléfono que invalida cualquier peligro que pueda inspirar el gigantón Mr. Hix (que inspira, y mucho, en su contundente presentación).

Son detalles que empañan un desarrollo pelín moroso compartido con los excelentes detalles antes apuntados, y que no vuelve a remontar hasta la llegada a una base de plateado fulgor en medio del desierto.
Ahí es cuando se nota cuál era la idea original de Mendes: la base imposible pero magnífica, las torturas de chiste que se vuelven muy serias, y el villano. Un villano opacado por estar atado a una tradición ya vista, pero que en pocas acciones logra demostrar cuál es la razón de su poder: la completa perversión de valores morales más arraigados, con ojos y oídos en cualquier parte del mundo, con un ejército de esbirros sombríos permanentemente vigilantes cuál halcón sobre el globo.
Esto es lo que hizo grande a James Bond.

El derruido MI6 pasa a ser la metáfora visual de un espionaje que desaparecerá y escenario final del juicio al agente secreto. Quién necesita alguien que se ensucie las manos cuando podemos evitar que se ensucie cualquier cosa con vigilancia constante.
Pasemos por alto los inútiles intentos de hacer del villano una mente maestra tras misiones realizadas mucho antes de su existencia, y simplemente centrémonos en el perfecto cierre que se le da a una aventura (y un mundo) muy diferentes a los de otros espías.
Si hubiera que señalar una característica definitoria de este, probablemente sería a la vez su virtud y su maldición: un 007 siempre tendrá licencia para matar y acabar con sus demonios... de igual manera que puede no matar sabiendo que sobrevivirá a ellos.

Por eso ha sobrevivido medio siglo.
Por puñetazos en la mesa como este que hacen exclamar, más alto que nunca, "soy Bond, James Bond. Y tengo un estilo propio, más válido cuanto más lo abrazo."
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow