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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Drama Desde finales del siglo XIX, se producen emigraciones masivas a los Estados Unidos. A bordo de lujosos trasatlánticos, además de elegantes burgueses, viajan también emigrantes. Danny, el maquinista del Virginia, encuentra a un niño abandonado sobre un piano, lo adopta y le impone el nombre de Novecento ("siglo XX" en italiano). El barco es el hogar del niño, y los pasajeros, sus ventanas al mundo. Tras la muerte de Danny, alguien ... [+]
9 de octubre de 2017
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Pocas cosas habrá más disfrutables que un cuento para adultos que se siente plenamente cómodo y consciente de que lo es.
Porque con eso logra un aire especial, de mágica reflexión y melancolía, dirigida a personas que han aparcado sus ganas de soñar pero siguen necesitando esa chispa de esperanza en una realidad que no la tiene.

'La Leyenda del Pianista en el Océano' habla de recuerdos y vivencias, apenas busca una moraleja o una enseñanza, pero esa es su magia: contando acerca de un pianista navegante llamado Novecento consigue contar acerca de casi todo lo demás.
Simplemente hay que aceptar que un niño puede acabar viviendo en un barco tanto como puede tocar el piano magistralmente sin nociones de música, pero ese peaje es poca cosa cuando se cuenta con sabor a siglo pasado, como algo que pudo no haber ocurrido, pero que cambió la vida de quienes lo contemplaron.
Novecento quizá solo existió para la prensa un momento, pero dejó huella en el trompetista Max Tooney, el único que no le abandonaba cuando el trasatlántico a puerto llegaba.

Él mismo habla de la Estatua de la Libertad como una especie de símbolo de tierra prometida, marcada en el ojo de quien la ve desde antes de nacer, pero quizá nunca se dió cuenta de que él mismo era otro símbolo parecido, uno de alegría y sensibilidad, de igual manera marcada en los ojos de quienes le contemplan, pero con muchísima menos capacidad de ser recordado.
¿Qué es un pianista, comparado con la posibilidad de una vida en tierra nueva, sobre todo en esos tiempos en los que nadie va a escuchar cuentos?
Pues eso: simple y puro pasatiempo, obscenamente bueno, pero invisible al oído y al recuerdo.
Novecento así lo contempla, sin ganas de culpar a nadie, pero sabiendo que responder un "por qué" carece de sentido cuando no se siente algo extraordinario: "os pasáis la vida esperando el invierno cuando llega el verano, esperáis las vacaciones cuando trabajáis, buscáis otra persona cuando tenéis a alguien delante". Él, de toda la gente que pasa por el barco, podría ser el único que ha aprendido a navegar sin pensar en la tormenta, porque cada vez que toca sólo piensa en disfrutarlo.

Allá están los que se creen que su habilidad va dirigida a algo, reporteros que le cuelgan hazañas, pasajeros que susurran su nombre y el mismísimo inventor del jazz creyendo que su talento está amenazado porque otro toca igual (o mejor).
Novecento deja que hablen, les observa y aprecia, pero quizá el secreto de su don sea que nunca se ha obsesionado, tal vez acariciaba furiosamente el piano, pero pocas veces para dejar una huella en nadie que no fuera en sí mismo, como deberíamos hacer todos.

Nos afanamos en grabar y embotellar el talento, nos apresuramos en juzgar y olvidar, damos atención a lo que no se lo merece y muchas veces se nos escapa lo esencial.
Porque una hermosa joven arreglando su pelo en la ventana es la estampa más bonita que veremos jamás.
Un pianista en el océano tiene más significado y belleza de lo que jamás se le buscará.
Y esa canción infinita que todos bailamos, el piano de Dios que no se cansa de tocar, a veces puede esperar, al menos un segundo más.

Novecento podría ser un loco, un estúpido, un cobarde.
Pero para un trompetista fue leyenda, porque las estrellas fugaces se quedan en la memoria aunque nadie más las vea.
Conocerle quién pudiera, pero recordarle solo me gustaría hacerlo de esta manera.
Charles
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