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Drama
A finales del siglo XV, en París conviven un pueblo ignorante, un rey comprensivo, un malvado juez y una organización de mendigos que servirán de comparsas a dos personajes marginados: la gitana Esmeralda y Quasimodo, el jorobado campanero de Notre Dame. (FILMAFFINITY)
6 de febrero de 2011
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
William Dieterle, el director de El retrato de Jennie, era un director de origen alemán, emigrado a Estados Unidos. Dieterle era director pero también actor, y además alguien muy ligado al teatro. En Alemania formaba parte de la compañía del prestigioso productor teatral Max Reinhardt; más aún, co-dirigió con él, en Hollywood, una versión estupenda de El sueño de una noche de verano. En parte el éxito de esta, que estuvo nominada a varios Oscars, debió ayudar a disponer aquí de unos medios notables y producción de la RKO.
Ese origen de Dieterle se deja notar en Esmeralda la zíngara. Sigue habiendo cierto aire teatral en las poses y declamaciones de los actores secundarios, en el shakespeariano papel del pueblo (que por otro lado también está en Victor Hugo, influenciado igualmente por Shakespeare), incluso en los decorados y los vestuarios; pero de buen teatro, y ello sin contar que también guarda cine dentro. Imágenes de quien piensa en imágenes: las gárgolas de la catedral escupiendo plomo fundido, o Quasimodo gritando histéricamente mientras se mece en una de las enormes campanas que lo han dejado sordo, casi suspendido en el vacío.
El personaje de Esmeralda es un oasis en un mundo infestado hasta el tuétano por la violencia. Y Esmeralda la sufre sin entenderla. Es la única que sale de la multitud para dar agua a Quasimodo, aunque lo hayan castigado por raptarla a ella. A la peculiar declaración de amor que le hace Frollo, no asiste con rechazo, sino con incredulidad y extrañeza. Esa parece ser su actitud ante la crueldad que le rodea. Seguirá sin entenderla pese a terminar siendo una de sus víctimas, porque ese deseo de hacer el mal que la rodea, se nos quiere decir, es algo ajeno a la naturaleza de Esmeralda. El título original es El jorobado de Notre Dame, pero en este caso la licencia de la traducción española es un mal menor.
Ese origen de Dieterle se deja notar en Esmeralda la zíngara. Sigue habiendo cierto aire teatral en las poses y declamaciones de los actores secundarios, en el shakespeariano papel del pueblo (que por otro lado también está en Victor Hugo, influenciado igualmente por Shakespeare), incluso en los decorados y los vestuarios; pero de buen teatro, y ello sin contar que también guarda cine dentro. Imágenes de quien piensa en imágenes: las gárgolas de la catedral escupiendo plomo fundido, o Quasimodo gritando histéricamente mientras se mece en una de las enormes campanas que lo han dejado sordo, casi suspendido en el vacío.
El personaje de Esmeralda es un oasis en un mundo infestado hasta el tuétano por la violencia. Y Esmeralda la sufre sin entenderla. Es la única que sale de la multitud para dar agua a Quasimodo, aunque lo hayan castigado por raptarla a ella. A la peculiar declaración de amor que le hace Frollo, no asiste con rechazo, sino con incredulidad y extrañeza. Esa parece ser su actitud ante la crueldad que le rodea. Seguirá sin entenderla pese a terminar siendo una de sus víctimas, porque ese deseo de hacer el mal que la rodea, se nos quiere decir, es algo ajeno a la naturaleza de Esmeralda. El título original es El jorobado de Notre Dame, pero en este caso la licencia de la traducción española es un mal menor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Pese a que se tome bastantes libertades, sobre todo en el final, con la obra original, es una adaptación bastante fiel a algunas ideas del libro. El aire de crueldad insidiosa de la novela, mezclado al mismo tiempo con elementos humorísticos, a mi me parece muy bien reflejado. Víctor Hugo fue, entre otras muchas cosas, un defensor de dar cabida a "lo feo" en todos los órdenes del arte, y ya en El rey se divierte, o Cromwell, había predicado con el ejemplo. En esta línea, el personaje de Quasimodo es casi paradigmático. En la película, como dice Ariesmarlon en su crítica, ello se recoge con unos aires cercanos al expresionismo, pero siempre con los pies en el romanticismo original de Hugo. Pero también en la mezcla de lo bello con lo feo, y lo dramático con lo cómico. Comedia tampoco falta en esta adaptación, donde un juez sordo juzga a un acusado sordo, con el detalle crucial de que acaba declarándolo culpable y condenándolo a una tortura brutal.
Esmeral la Zíngara está hecha en 1939, en un clima prebélico (Estados Unidos tardaría en entrar en combate, pero los responsables de la película son en gran parte europeos que sabían lo que se cocía al otro lado del charco). Seguramente la violencia de la historia no sea ajena a este hecho: el casi ahorcamiento del poeta, la brutalidad inicial de Quasimodo hacia Esmeralda y su castigo público, la casi continua exposición de los personajes a las burlas públicas; la tortura a Esmeralda para hacerla confesar un crimen... instigada por el autor verdadero del mismo. Por no hablar de la xenofobia hacia los gitanos; un apunte nada casual, máxime teniendo en cuenta que la autora del guión (y es una buena labor de adaptación), Sonya Levien, era una judía rusa. Pero sobre todo la crítica al totalitarismo toma la forma de una casta religiosa tan intransigente y brutal como desconfiada e insatisfecha; aquí, el clero representado, un tanto exageradamente, por ese siniestro Frolo para quien Esmeralda es una bruja por haber despertado sus "malos instintos". En este sentido, la idea de meter de por medio referencias al auge de la imprenta (eso no estaba en Victor Hugo), tiene su sentido, aunque resulte demasiado didáctica.
Esmeral la Zíngara está hecha en 1939, en un clima prebélico (Estados Unidos tardaría en entrar en combate, pero los responsables de la película son en gran parte europeos que sabían lo que se cocía al otro lado del charco). Seguramente la violencia de la historia no sea ajena a este hecho: el casi ahorcamiento del poeta, la brutalidad inicial de Quasimodo hacia Esmeralda y su castigo público, la casi continua exposición de los personajes a las burlas públicas; la tortura a Esmeralda para hacerla confesar un crimen... instigada por el autor verdadero del mismo. Por no hablar de la xenofobia hacia los gitanos; un apunte nada casual, máxime teniendo en cuenta que la autora del guión (y es una buena labor de adaptación), Sonya Levien, era una judía rusa. Pero sobre todo la crítica al totalitarismo toma la forma de una casta religiosa tan intransigente y brutal como desconfiada e insatisfecha; aquí, el clero representado, un tanto exageradamente, por ese siniestro Frolo para quien Esmeralda es una bruja por haber despertado sus "malos instintos". En este sentido, la idea de meter de por medio referencias al auge de la imprenta (eso no estaba en Victor Hugo), tiene su sentido, aunque resulte demasiado didáctica.