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Voto de Edu Vaduz:
9
Drama Andrei Gorchakov, un poeta ruso, recorre Italia en compañía de Eugenia con la intención de investigar la vida de un compositor del siglo XVI sobre el que está escribiendo. En su viaje se encontrarán con el apocalíptico Domenico. (FILMAFFINITY)
27 de julio de 2020
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Harto complicado es hacer una crítica, o más bien un comentario, a alguna de las películas de Tarkovsky. Probablemente también sea innecesario, si bien es cierto que muchas de las interpretaciones y algunos datos que se han ido vertiendo en todas las criticas, terminan siendo claves para un acercamiento a su comprensión global. Como ya se ha ahondado mucho en este asunto, siendo que la voluntad del director no fue que sus películas fueran comprendidas a través de la lógica, sino interiorizadas y reconstruidas en el subconsciente de cada espectador, no reiteraré más en ello, aunque esa intención sobrevuele en toda su filmografía.

Estoy revisionando todas las películas de Tarkovsky en orden cronológico, y empapándome después de los comentarios referidos aquí sobre ellas, y solo puedo decir que lo estoy disfrutando. Me resulta interesante y agradezco a los que hacen una defensa dando explicaciones pormenorizadas por las que el director debe considerarse un genio, y he llegado a reírme e incluso comprender a aquellos que “encolerizados” despotrican la exigencia de su desaburrimiento. Para un artista, independientemente de la magnitud de su talento, tanto unos como otros son necesarios. Cuando has sido capaz de generar controversia, y te has quedado a vivir en las pulsiones internas del observador sin lanzarte al recurso fácil de lo escandaloso, creo que has generado cine a nivel de arte. Has llegado a las profundidades por el camino de la elegancia y la sutileza.

Si Tarkovsky hacía un símil del director de cine como escultor del tiempo, para mí el ruso es el cineasta que mejor ha sabido representar cómo funciona y se vertebra la memoria. Ahora veo todas y cada una de las escenas de sus películas con el convencimiento de que lo que en ellas se está filmando no son realidades sino los retazos inconexos de alguien que está recordando. La memoria no se rige por la sucesión lineal del tiempo, no sigue ningún ritmo narrativo. En la memoria perduran las cargas psicológicas sin orden, el movimiento tan pausado como fugaz de la belleza, el lirismo, en fin, de lo que nos ha impactado hasta erizarnos, como la vida convertida en una sucesión de imágenes desfilando en la retina del futuro ahogado. Y todo está lleno de agua y bruma porque todo es líquido e inconsistente en la memoria, porque la memoria es maleable y, cada vez que se recuerda, se vuelve a reinterpretar como un recuerdo distinto. Pasado el tiempo, a quién le importa si realmente sucedió así, a quién le importa si llenamos sus lagunas mezclándolas con anhelos y delirios, lo que finalmente podemos salvar, y no por demasiado tiempo, es aquello que nos quedó grabado a través de su impresión.

Escribo todo esto en Nostalgia, no por ser la mejor ni porque me parezca la mas redonda de sus obras, sino porque tiene un halo de encantamiento indescriptible para mí. Creo que consigue, junto con Stalker, la atmósfera que mejor define la inconfundible impronta tarkovskiana. Como Sergei, también caminé tratando de encontrar la respuesta a través de las ‘ruinas’ de la abadía de San Galgano. Y acabé convirtiendo su exploración en parte esencial de la mía. En realidad, creo que todas las películas de Tarkovsky crean vínculos entre sí, se intercomunican creando espacios comunes, independientemente de su género, por lo que me parece que funcionan mejor interpretadas como conjunto. Los personajes tomando conciencia de sí mismos en los espejos o mirando a cámara, nosotros viéndolos desde la zona donde ellos jamás podrán entrar. La soledad inconsolable de los artistas cuando han vaciado el alma en su obra, los viajes por el espacio a través de los túneles, el tráfico y más tráfico de las autopistas. Los perros. La infancia. Una madre. El hogar. La imposibilidad de traducir la poesía. El deleite estético sacramental, con todo lo que alguna vez temimos o quisimos reducido y condensado en la memoria. El cine de Tarkovsky apela al sacrificio por alcanzar la otra orilla sin que el camino, plagado de tropiezos, despedidas, y lugares a los que nunca se podrá volver, haya consumido por ello nuestra fe.
Edu Vaduz
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