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España España · Zaragoza
Voto de María:
7
Drama A finales del siglo pasado, en un monasterio situado en las montañas del Magreb, ocho monjes cistercienses viven en perfecta armonía con sus hermanos musulmanes. Pero una ola de violencia y terror se apodera lentamente de la región. A pesar del creciente peligro que los rodea y de las amenazas de los terroristas, los monjes deciden quedarse y resistir. (FILMAFFINITY)
15 de noviembre de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Las flores silvestres no cambian de lugar buscando los rayos del sol. Dios se encarga de fecundarlas allá donde se encuentren”.

Un bellísimo retrato de la condición humana, de la moral del hombre, de los miedos y las dudas que toda persona sufre a la hora de tomar una importante decisión. Pero a diferencia de Doce hombres sin piedad, aquí no deciden sobre la vida de otro. Aquí cada uno decide sobre su propia vida. Un difícil proceso muy bien llevado a imagen. Un proceso que requiere su meditación pero cuya decisión pide rapidez. Este contraste entre calma y tensión se transmite magistralmente por el uso de planos y escenas de velocidades muy distintas. La tranquilidad de la noche en el monasterio es de repente rota por la llegada de los extremistas, y los cantos y oraciones de los monjes se escuchan entremezclados con el sonido de un helicóptero. Sosiego y desasosiego. Y aunque existen ciertos momentos de gran tensión, el largometraje no se caracteriza por ésta precisamente. Su pausado movimiento y su poca economía de planos no lo hacen recomendable para un espectador muy comercial. Pero, ¿cómo, si no es así, debería mostrarse la vida en un monasterio?

Si en algo tiene que haber unanimidad en esta película, es en la grandiosidad de la escena de la “última cena”. Como en el cuadro de da Vinci, los nueve monjes están dispuestos alrededor de una mesa, con el pastor del rebaño en el centro. Primeros planos cautivadores de unos personajes cuyos rostros proyectan al mismo tiempo felicidad, tristeza, temor y una gran paz interior. Y si todas estas emociones se han logrado, es gracias a la magnífica interpretación de todo el reparto, que junto con la música de Tchaikovski de fondo, hacen de esta una escena eternamente memorable. Si bien la película podría haber terminado mostrando el monasterio vacío con la voz del personaje de Christian leyendo su despedida, la escena final, donde la niebla va ocultando poco a poco a los monjes, es otra forma, algo menos sutil pero también acertada, de hacernos ver que han acabado con sus vidas.

Estos monjes eran flores silvestres. Vivieron su libertad hasta las últimas consecuencias. Ese era su lugar, y no lo abandonaron. No se dejaron atemorizar, no renunciaron a su modelo de vida, no dejaron de lado sus convicciones por causa del miedo ni de las presiones externas. Les arrebataron sus vidas, pero nunca su paz ni su libertad. Personajes admirables en la película, reflejo de personas que tuvieron su lugar en la vida real.
María
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