Como he escrito reseñas de las nueve anteriores, no podían faltar unas palabritas a este concentrado de putrefacción cinematográfica.
Por supuesto, no me ha hecho falta volver a torturarme viéndola desde aquella primer y única vez. Una cosa es completar mi colección de críticas a la saga de “Viernes 13”, y otra quedarme sin salud mental a mi edad. El caso es que, al igual que me pasó con “Street fighter” de Van Damme y “Super Mario Bros” de Bob Hoskins, no hace falta remover traumas psicológicos. Esta película es tan mala que tiene el mérito de permanecer en la memoria, como un trauma infantil que te deja consecuencias para el resto de tu vida.
Después de la infame novena y varios años después sin que nadie la pidiera, no tenían nada mejor que vomitar, que llevarse a Jason al espacio interestelar, en una epopeya de muertes y “cutrez”, que bien se merecería un pelotón de fusilamiento contra sus inútiles creadores.
Escenas como la de la mujer robot luchando contra Jason, o ver al propio asesino convertido en una especie de superhéroe de “Asylum”, se quedan en la mente por los siglos de los siglos. Ni una sobredosis de drogas puede hacer que un guionista pueda parir este bodrio intergaláctico.
Es prácticamente imposible describir lo mala que es. Solo se entiende cuán mala es viéndola, algo que no se lo merecería ni Adolf Hitler. Cualquier tortura inquisitorial es más agradable que sufrir esta bazofia de comida rápida. Ni siquiera es digna de llamarse película.