Un escritor con bloqueo y su familia llegan a un pueblo costero en invierno, un lugar muy solitario y frío en el que pronto descubrirán que entre sus habitantes hay algunos un tanto peculiares y peligrosos.
Por una vez, no me impresiona el diseño de la cabecera. Respecto a la historia, introduce un tipo de monstruo que ya estaba tardando mucho en aparecer en la serie, pero como siempre, lo hace con su toque propio y sin excederse con los clichés. Introduce actores nuevos, de los cuales me ha sorprendido la niña violinista, y recupera al de “Solo en casa” tras muchos años de limbo. Además, su personaje es bastante curioso. Evan Peters repite con un papel tan bien interpretado como odioso en sus rarezas y forma de ser. Sus canciones de karaoke me sobran, pero es lo que hay.
Aunque por momentos la ambientación es muy buena (el cementerio, por ejemplo), como suele suceder con esta serie, nunca llega a dar demasiado miedo. Pero sí es un guion bien conseguido y que atrae, dejando siempre ganas de ver el siguiente capítulo con sus giros imprevistos y buenos “cliffhangers”. Invita a ser vista en poco tiempo, incluso en plan maratón.