Por una vez, una película de policías corruptos aparentemente mediocre, resulta estar un poquitín por encima de la media de calidad del género.
Por un lado, esta vez es un periodista el que busca la verdad. Así no estamos todo el rato dentro del mundillo de este gremio uniformado.
Por otro, el variadísimo reparto cuanta al menos con 2 estrellas (Kevin Spacey y Morgan Freeman) que ya la mejoran algo, aunque ni salgan mucho ni hagan el papel de sus vidas.
La investigación del protagonista (Justin Timberlake) es entretenida y peligrosa. Él empieza sabiendo menos de lo que sabemos los espectadores, y lo pasa un poco mal.
Por cierto, aunque la secuencia inicial quiera emular a “Heat”, no tenemos luego mucha acción, lo cual no importa para que el resultado sea bueno. Y tampoco se enrollan demasiado con tiempos muertos, ni con moralinas inútiles. El dinero y la sensación de poder corrompen, y no hay que darle más vueltas.
A lo mejor me ha gustado más de lo que realmente se merece porque tenía las expectativas muy bajas. Pero creo que está mejor que muchas policíacas del montón, y también mejor que otras con más medios y promoción.
No está nada mal para ser de un género, cuanto menos, repetitivo.