Una película que no necesita mucho para mantener al espectador atento a los hechos que narra. Simplemente pone a dos grandes actores frente a frente y nos muestra su tour de force con una calidad distintiva.

Con el desarrollo temporal de una noche (y menuda noche, por cierto), el veterano director alemán Volker Schlöndorff (El Tambor de Hojalata) nos muestra una negociación durante los últimos momentos de la II Guerra Mundial que fue vital para la ciudad de París y todos sus ciudadanos. Y por cierto, negociación prácticamente in extremis. La aparición del cónsul sueco Raoul Nordling en aquella habitación del hotel Meurice fue vital para lo que conocemos hoy de París nos llegue tal y como está. El director Volker logra crear una estupenda atmósfera de tensión manejando con astucia los tempos de una cinta que es corta, y dota a los actores de una verosimilitud en sus interpretaciones increíble. Así, el duelo no tarda en desarrollarse y André Dussollier (Micmacs) como el vital cónsul sueco salvador de la ciudad de París no tarda en trabar combate (dialéctico) con el gobernador militar alemán Dietrich von Choltitz, encarnado por un estupendo Niels Arestrup (Crónicas Diplomáticas). Con una tensión bien medida, ambos actores demuestran sus tablas en la interpretación y nos legan una película que debería ser enseñada en todos los colegios e institutos como una forma de demostrar que la diplomacia también sirve de algo, más incluso que nefastas guerras. También es un pequeño legajo de historia y demuestra la aberración a la que llegó Hitler en su desesperación final, cercado por todos los bandos aliados.

Una película que es corta, pero intensa, con dos grandes actores a su vera y que narra de forma genial una noche que pudo haber sido un completo desastre para la humanidad.