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Voto de Argoderse:
8
Drama. Comedia El oscarizado guionista y director Paolo Sorrentino presenta la historia de un chico, Fabietto Schisa (Filippo Scotti), en el turbulento Nápoles de los años ochenta. En "Fue la mano de Dios", hay lugar para alegres sorpresas, como la llegada del legendario futbolista Diego Maradona, y para una tragedia igual de imprevista. El destino interpreta su papel, la alegría y la desdicha se entrelazan y el futuro de Fabietto echa a rodar. ... [+]
19 de diciembre de 2021
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Olvida el dolor y piensa solo en divertirte". La divina comedia. La gran belleza. Eso es la vida, y hemos venido a usarla para disfrutar, no para sufrir. Incluso en el aparente sufrimiento hay gloria de vida. Forma parte del plan de Dios. Y esa deidad se te presentará con muchos rostros, de muchas maneras. Hasta el tuyo propio. ¿Acaso no nos hizo a su imagen y semejanza?

Para Paolo Sorrentino ese Dios fue Diego Armando Maradona, pero también el cine. Y todo junto se mezcla en Fue la mano de Dios, disponible ya en Netflix. Otro triunfo del cineasta italiano, que de estos ya cosecha unos cuantos.

Sorrentino viaja a su Nápoles natal para abrirnos su alma, su corazón. El origen de todo. Allí utiliza a su alter ego, Fabietto Schisa para presentarnos a su familia, su recuerdo de juventud. Ya digo, la semilla de lo que hoy es. Un canto a la vida, donde la tragedia y la comedia se dan la mano. Es misma que el astro argentino usó para llevar a su país y a la vieja región napolitana a alcanzar el Olimpo de los dioses.

Durante dos horas, Fue la mano de Dios tiene tiempo para homenajear a clásicos como Fellini (esa Amarcord bulle por los cuatro costados), la pasión por un equipo de fútbol (ya lo dijo Campanella en El secreto de sus ojos: Una pasión es una pasión), el sexo, el amor, el sentimiento de pérdida y abandono, la expectación ante un futuro incierto y un presente vacilante... Pero siempre, absolutamente siempre, las ganas de vivir.

La cámara de Sorrentino saca jugo de cualquier esquina de esa Nápoles mágica para transmitir todo esto. Puedes olerla, sentirla, probarla. Tiene imán la propia ciudad, a la que hay que añadir el costumbrismo de una clase media italiana, con sus filias y fobias; la esencia del Mediterráneo y un toque surrealista que ha hecho tan particular a este cineasta. Y también un Toni Servillo que a las órdenes de Paolo es oro puro.

Confieso que en algún momento me hizo tambalear con ritmos pausados y prolongados, algún que otro vaivén argumental, amén de alusiones políticas que, en fin, se las paso por alto. Ya le dijo Sally Field a Tom Hanks que la muerte forma parte de la vida. Y en esta existencia dibujada por Sorrentino, las escenas más apesadumbradas, hastiadas, también son necesarias dentro del todo.

Un director, al que casi le pierdo la fe en The New Pope. Con Fue la mano de Dios vuelvo a creer. Una película necesaria hoy más que nunca, donde la sociedad está tan preocupada de no morir, que se ha olvidado de vivir.

Yo elijo la vida, con todas sus consecuencias. Y hoy, elijo a Paolo Sorrentino.
Argoderse
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