Si esta película se hubiese filmado en los años setenta u ochenta del siglo pasado, tendría cierta originalidad y razón de ser. Pero resulta que se ha realizado al comenzar el presente siglo, cuando ya estaban superadas las posibles añoranzas de la vida española. Y también deberían haber estado superadas las pasadas formas y comportamientos de la técnica cinematográfica.

Pero no. Esta película sigue insistiendo en los manidos tópicos de la modernidad del "seiscientos", de la religiosidad beata de la "primera comunión", de las fiestas de los "paletos" pueblerinos, del encandilamiento ante los "guiris" y, cómo no, de los "grises" apaleando estudiantes.

Pero quizá el principal tópico obsoleto y aburrido sea el propio argumento, donde el director y el guionista se complacen en presentarnos una impotencia -injustificada, dicho sea de paso- ante el amor y ante la vida.