En el momento en el que un ser humano adulto se dispone a visionar, a modo de preparación a la Navidad, "El cascanueces y los cuatro reinos" debe saber que no hallará nada impresionante. Un servidor lo sabía, desde luego, pero hacía frío, era ya oscuro y la noche anterior -Halloween- me había dejado la suficiente resaca como para no querer ver nada más denso que una película de Disney.

Honestamente, no esperaba que fuese tan acusado, el asunto, digo. El primer problema llegó cuando presencié a Helen Mirren hablarle a un ratón. Ella es tan buena que incluso no pareció un pegote, pero Lasse Hallstrom o Joe Johnston, fuese quién fuese, se empeñó en que el resto de personajes también hablasen al ratón. Y, claro, esa son la clase de cosas que no estoy dispuesto a pasar por alto. Quiero decir, hablarle a un animal es una línea roja.

Tampoco ayuda que el desarrollo sea de lo más facilón que haya hecho Disney, que ya es decir. En pocas palabras, no llega al mínimo. De ningún modo. Lo que llamamos el meollo de la cuestión se resuelve en veinte minutitos, y con una facilidad lacerante. Por supuesto, más allá de eso, "El cascanueces y los cuatro reinos" es todo lo cursi y almibarada que se esperaba, en todos los sentidos posibles (guion, personajes, escenarios), amén de unos villanos que se derriten como estatuas de hielo.

Mackenzie Foy está bien elegida. Posee un rostro para un papel así y no actúa mal. Keira Knightley, también. Como personaje de una película así, pues pasa. Algunos secundarios tienen algún momento concreto de gracia y Helen Mirren, aunque tiene muy poco con lo que jugar, es Helen Mirren y por tanto cumple. No así un Morgan Freeman que cansa desde que salió de su "Cadena perpetua".

No creo que ni un niño se lo pase bien con ella.