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Voto de Sabino (Diari Menorca):
7
Drama. Comedia. Intriga Estado de Nueva York, años setenta. Irving Rosenfeld (Christian Bale), un brillante estafador, y su inteligente y seductora compañera Sydney Prosser (Amy Adams) se ven obligados a trabajar para un tempestuoso agente del FBI, Richie DiMaso (Bradley Cooper), que sin querer los arrastra al peligroso mundo de la política y la mafia de Nueva Jersey. (FILMAFFINITY)
19 de febrero de 2014
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David O. Russell le tiene gustito a la alfombra roja de los Oscars de Hollywood; con esta inclasificable película, demuestra su ojo para seducir a los académicos gracias a un reparto de lujo y a una puesta en escena setentera absolutamente irresistible… Hay mucho donde elegir…¿El “pelazo” de Christian Bale, los escotes vertiginosos de Amy Adams, los rulos de Bradley Cooper o la histérica aflicción de Jennifer Lawrence? No sé… Yo me quedo con el magnífico ‘hit list’ musical, aunque tampoco puedo evitar una turbadora sensación de desconcierto emocional que bascula entre lo excelso y lo ruín, entre el ‘summum total’ y el chascazo…
(+) El reparto en general, aunque Christian Bale y Amy Adams logran dos de las interpretaciones más inteligentes de sus respectivas carreras.
(-) Su proceder discursivo es tosco y narrativamente pierde los estribos demasiado a menudo.
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No es el qué, es el cómo… El mimo y la delicadeza con los que Irving Rosenfeld (Christian Bale) se acicala su moñigoso peluquín en los primeros compases de esta ‘La Gran Estafa Americana’ (pretencioso título castellanoide del más revelador ‘American Hustle’) pueden considerarse toda una declaración de intenciones hacia la auténtica estafa, la oda al postizo que nos tiene preparada David O. Russell, realizador muy dotado para manipular a los entrañables y desestructurados personajes que pueblan sus particulares microcosmos emocionales, pero cuya voluntad estilística sigue sin encontrar su pauta… O. Russell firma su propuesta más ambiciosa hasta la fecha, situándonos a finales de los 70, una época de plena convulsión política, social, artística y estética en los E.E.U.U., donde los pantalones acampanados, los peinados desbocados, los escotes en picado y la lentejuela fácil disfrazaban a tristes y confusas figuras de la América post-Vietnam para abocarlas a una peligrosa espiral de falsedad, pretenciosidad y ambición…
En este ámbito de corruptela, lisergia y fiesta, Rosenfeld (Bale), su despechada esposa (Jennifer Lawrence) y su particular musa amatoria de la farsa que es Sydney Prosser (Amy Adams), junto Richie DiMaso (Bradley Cooper), el agente del FBI con quien pretenden consumar el timo en cuestión, componen una vertiginosa cuadratura de vanidades cruzadas, un monstruo de cuatro cabezas, miserable y desconfiado, incapaz de disimular su fealdad espiritual con pelucas, esmaltes o acentos inventados… Cuatro intérpretes impecables (con sus respectivas nominaciones al Oscar, of course) que, sencillamente, ahogan la confusa propuesta de O.Russell, un discurso sobre las máscaras que pretende ser original, irónico y suficientemente transgresor, pero cuya sofisticación y excentricidad aportan una intensidad más leve y sorda del modelo al que abiertamente querría poder parecerse: un ‘Boogie Nights’ dirigido por el Martin Scorsese de ‘Casino’, por ejemplo…
Este festival de la impostura cinematográfica prefiere subrayar el desconcierto que reina en sus personajes (a los que dota de hasta tres voces en off en su confuso proceder narrativo) a la pragmática de un golpe perfecto, un suceso que llevó a cabo realmente el FBI bajo el nombre de ABSCAM… Su desarrollo inconexo y disfuncional, casi anárquico, logra perfilar los bajos instintos, las mentiras y las flaquezas de Rosenfeld, Prosser y DiMaso, en su incesante búsqueda del estímulo ajeno, de ese otro que nunca podrán ser por mucho que se atusen pelucones, hablen con un perfecto acento británico o logren la permanente ideal… Pero esta tropa de embusteros perfectos, por su inevitable naturaleza parasitaria, acaparan toda la atención de la cinta y aplazan la gran transgresión americana a la que aspira David O. Russell desde ‘The Fighter’ (2010)… Tras la máscara y el postizo, en el irregular proceder del cineasta no hay verdad ni mentira… Hay una contradictoria y gratificante sensación de que lo vacío llena…
Sabino (Diari Menorca)
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