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España España · santiago de compostela
Voto de berenice:
4
Drama Siglo XVI. En Francia, durante las guerras de religión entre católicos y protestantes, el rey Carlos IX y su madre, Catalina de Medicis, conciertan el matrimonio de la princesa Margarita de Valois con el rey de Navarra, el protestante Enrique de Borbón, con la intención de poner fin así a las sangrientas luchas entre los dos bandos. (FILMAFFINITY)
9 de agosto de 2012
21 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Admitamos que la verdad histórica puede ser más o menos sustituida por otra en aras de conseguir un relato dramático, (y no he leido la novela de Dumas); admitamos que en el siglo XVI la mentalidad es muy distinta a la de una moderna sociedad occidental, y que la proximidad continua de la muerte o la carencia del sentido de intimidad hace a las gentes y sus reacciones muy distintas de lo que esperaríamos nosotros; admitamos que los muertos están desnudos aunque hayan sido asesinados vestidos, y que no hay ninguno en el centro, todos a los lados de los pasillos; admitamos también que la mayor realeza de Europa, la de Francia, que vivía en los mayores y más fastuosos palacios y castillos, (Louvre, Vincennes, Blois, Chambord...), se arrastre siempre en plano medio por lóbregos escenarios que nunca terminan de verse del todo, (será para no distraerse de la trama, pero da la impresión de culebrón sudamericano); admitamos que Catalina de Médici, quiero decir Virna Lisi, se ha escapado de la corte de Jabba el Hut; que el absolutamente ridículo Daniel Auteuil mate a un jabalí con sus manos sin deshacerse esa espantosa permanente que le han colocado, y que se folle a Margot con la puerta abierta y un cadáver caliente recién caido por la ventana, (por el que lloraba desesperado ¡¡10 segundos antes de fornicar!!); admitamos que la histeria sea continua, incluso cuando no hay motivo para ello, como forma de disimular el poco talento del director; admitamos que la música de Bregovic, mediocre, tenga cierto aire balcánico, (muy apropiado para la Francia del Renacimiento), cuando usa coros, o en otros momentos recuerde a Janacek o así; admitamos también que el actor que da vida a Carlos IX, (Jean-Hugues Anglade), es un compendio histriónico, pero no genial, de excesos, caritas, posturas y gestos que estomagan hasta a su madre, que no sé si lo envenena por error o adrede; vamos a perdonar también la escena donde se reconcilian el hugonote Perez y su católico perseguidor, aunque el sonrojo por la estupidez aún me dura, (será que estamos en el siglo XVI, me digo a mí mismo); salvemos también a Adjani, guapa inexpresiva o sobreactuada, todo el tiempo excepto en un hermoso plano final; en fin, perdonamos en general que algo tan ambicioso se quede en ridículo; al cine francés le pasa mucho y ya se sabe que yo mismo puedo estar al otro lado de la tenue frontera que separa lo ridículo de lo sublime, con lo que podría cruzarla en cualquier otro -improbable- visionado de la película; perdonamos también a algunos amantes que tiene la película, (se habrán prendado de Adjani, la reina Mármol). Lo que no se puede admitir, de ninguna manera, es que el ultraortodoxo católico y fanático Duque de Guisa sea interpretado con desgana, (y sin prestarle atención ni el guión ni el director, está pero no está), por el conocido Miguel Bosé: ¡¡como todo el mundo sabe, es un artista laico de la ceja!!
PD: Acabo de acordarme de Virna Lisi en una vieja película de Richard Quine. ¡Dios mío! Mejor morir envenenado antes, aunque sea en un film tan mediocre y pretencioso como este
berenice
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