Servidor, que del campo y la marginalidad conoce lo que intuye de postales o imagina en febriles ataques de ansiada libertad en que se sube al monte a fingir el aislamiento, agradece de veras el que haya gente en apariencia enamorada del entorno natural e inexplotado, con dotes tras la cámara, interesada en mostrar un pellizco de aquello que uno desconoce. Y es por ahí por donde van los tiros que apuntan al 9 que tan lustroso luce engalanando, aún más si cabe, ese título de por sí evocador como es "Un lugar en el mundo". ¿Y quién no lo tiene? Y en tal caso, ¿quién no ha soñado con él? Y aun en el caso de no explicarse qué puede ser o no ser ese trozo de tierra que te enraiza a la vida, ¿quién no pensó en que algún sentido debiera tener? Yo por lo menos lo hago.

Son éstas preguntas y cuestiones de lo más simples y universales que, impepinablemente, requieren de un tratamiento, a su vez, igual de simple y universal, por si nos perdemos, pues no hay mapas que definan la existencia y la persona mejor que el despojarse de disfraces, intrusismos y trampas de diversa índole, y optar, como así tendría que ser siempre, por dejar a los personajes convertirse en un "continuum" entre obra, espectador y desventuras que no trascienden la calma que las envuelve, aunque lleguen más hondo que cualquier cuchillo.

Maravillosamente sincera y emotiva obra la de Aristarain. Un regalo austero, pero un Regalo.