Eso es lo que han estado haciendo los encargados del marketing de 'Planet 51' tiempo antes del estreno. Semanas antes de poder ver la película española en los cines de todo el mundo nos han asfixiado con cientos de anuncios sobre muñequitos de extraterrestres verdes, caretas de astronautas y peluches de bichos raros, amén de más porquería comercial de ese tipo. Por todas partes nos pregonaron que iba a ser la mejor película de animación jamás vista, y la realidad es que acertaron en un 50%.

Tecnicamente, el film es impecable, tanto los personajes como los paisajes gozan de un realismo y de una viveza que asombran, aunque no son mejores que otros vistos anteriormente, como en Shrek, por ejemplo. Por eso, gráficamente nadie puede discutirle nada, aunque, si empezamos a analizar el guión y la trama, a medida que avanza la película nuestras ilusiones irán cayendo por el camino tal cual las miguitas de pan de Hansel y Gretel fueron cayendo hasta la casa de la bruja (gracias por permitirme esta licencia literaria). Como comentaba, podemos apreciar rápidamente que la película va disminuyendo de calidad, emoción y entretenimiento después de los primeros diez minutos en una carrera imparable hasta el final. Los diálogos buscan más a un público infantil que a uno más adulto, quizás demasiado, ya que las ocurrencias y situaciones que plantean los guionistas carecen de interés y son sumamente predecibles.

En fin, una película muy válida para niños, a los que la idea de que un ser humano sea el que visite un planeta extraterrestre puede parecerles muy divertida y contradictoria a lo mostrado en todos los films de alienígenas hasta el momento. Al público de más edad también podía parecerle una idea muy válida e incluso sugerente, al menos en mi opinión, aunque no de la forma que ha sido desarrollada, e incluso, desaprovechada.