Estamos ante una película moderna que se puede decir que llega a respetar al western clásico del bueno, una historia que contar de una forma lenta y vacía por momentos, con unos maleantes criminales más humanizados (sólo son unos cerdos al principio) y unos cazarrecompensas quizás algo modernizados, aunque bien interpretados y altamente complementarios, una buena relación que ha durado años y que parece llegar a su final con relato romántico de por medio, puede que lo menos acertado y lo más alejado del cine antiguo.
Una cinta con trabajo detrás en no mostrar sólo la violencia del género, sino en aunque sea intentar que aparezca algo de poesía en lo que ocurre, en como se aplica la ley cuando se les permite o la justicia cuando es la solución, aunque en ocasiones pueda pecar de previsible, tiene un buen final donde aparece la leyenda de los pistoleros de un modo que no se llegue a exagerar el drama para sensibilizar o a colocar a los personajes a la altura de dioses.
Una historia un poco más cercana a la resurrección del western... falta poco, pero hay que seguir tocando teclas hasta dar con la adecuada.
Lo mejor: el estilo y la elegancia con la que Hitch maneja y carga con su rifle; lo peor: la desaparición de todo el grupo de malechores que le eran fiel a Bragg.