La vida puede ser familia, celebración, amor, relax, intimidad y recuerdos hasta que un suceso pueda acabar con todo exepto con eso mismo, con los recuerdos que hacen permanecer sometidos al dolor y el estrés, la vida sigue y se puede avanzar en la rutina de un pediatra y alejado de todo, pero es difícil pasar página, sobre todo si el pasado envía un correo... tal día la investigación se renueva, tierras fangosas se remueven, aparece el desconcierto en forma de dos cuerpos que reabren el caso, hay que buscar respuestas ante la oportunidad de superarlo, alguien sabe algo, el espectador va sabiendo al tiempo que el protagonista, no hay tiempo para entrar en detalles ni para profundizar en los valores de la vida, "No se lo digas a nadie" es estrictamente una aventura hacia la verdad.

Los recursos temporales hacen más fácil que se cree espectación e incertidumbre, pero dentro de tal confusión se decide por creer en el juego propuesto para salir de la rutina del thriller americano y aplaudir algo nuevo, hace permanecer en una vigilia poco habitual con secuencias y diálogos sobre qué aportan y qué ha pasado, archivos manipulados y policías que creen en la inocencia, va dando con las claves y hace que lo irreal se torne propio, se hace imposible mantener la calma en la mitad hacia delante de su visionado.

Un fugitivo en un puzzle que comienza con diferentes partes complejas pero que va encajando en todas sus incógnitas, diferentes caminos y juicios para un sola verdad, en realidad varias verdades según qué personaje, nudos en la garganta, aceptar el dolor en un encuentro que desata la violencia, una historia de astucia y ayudas, algunas poco comprensibles, fotos que desaparecen y coartadas, giros del viento enrrachado y una escopeta, la confesión final para dejarlo todo como la seda, una o varias soluciones que salpican ese recorrido desde las altas esferas hasta los bajos barrios, una o varias soluciones que destruye a intocables y defiende a inocentes, una historia de amor a su modo.