Le está cayendo palos por todos lados a la última película el cineasta vasco, Alex de la Iglesia. Está todo el mundo que trina con ella, parece que no le ha gustado a nadie y la están poniendo a parir. Me parece algo exagerado, sinceramente, aunque he de reconocer que no es ninguna maravilla y que el tema sobre el que trata la película es más que interesante y podría haber dado más de sí, pero tampoco es el esperpento que muchos dicen.

Yo he trabajado en cruceros bastantes años de mi vida y he sido, quizás, una de tantas cruceristas a los que aborrecen los venecianos, que sienten que se les está invadiendo de forma brutal, así que me he sentido algo identificada con toda la trama de la película. Y sólo con estar ambientada en una belleza como es la ciudad de Venecia, la película gana puntos. Comentaba precisamente una de sus protagonistas, la interesante actriz Ingrid García Jonsson, que el rodaje de la película había sido en plena pandemia, estando la ciudad vacía de turistas y de visitantes, y que habían tenido la enorme oportunidad de tenerla casi para ellos, así que fijaos qué maravilla.

Las actuaciones son simplemente correctas, siendo la de Ingrid García Jonsson muy discreta. Junto a ella, la últimamente bastante solicitada Silvia Alonso, correcta. Descubro a la interesante Goize Blanco. Como representantes del cine italiano tenemos a los discretos Caterina Murino y Enrico Lo Verso.

Homenaje que De la Iglesia hace al giallo italiano y al cine de terror descerebrado en la que no se le coge ningún cariño a los personajes y que no destacará en la filmografía de este director como uno de sus mejores trabajos, desde luego.
Un saludo,
Tess