Primera película que veo del director israelí, Ariel Vromen, en la que el reclamo publicitario es un Ryan Reynolds que sólo trabajó en el rodaje durante cuatro días y que aparece apenas unos minutos al comienzo de la película.

Y es que esta vez el actor canadiense no es la estrella, aquí el que parte la pana y es el eje central de todo el film es un maduro y atractivo Kevin Costner, actor que me gusta mucho y que vuelve a demostrar que es muy bueno.

A Costner le toca lidiar con un personaje psicópata y peligroso al que le implantan los recuerdos del personaje de Ryan Reynolds, con todo lo que ello supone.

La película es la típica americanada pero tengo que reconocer que está solventemente dirigida y seriamente interpretada por un Costner, como ya he dicho anteriormente, que saca adelante con sobresaliente su personaje.

Junto a él un encasillado en el cine americano Jordi Mollá, al que siempre le dan papeles de villano, una Gal Gadot que no para de trabajar en USA, un Tommy Lee Jones avejentado pero al que siempre es un placer ver actuar y un Gary Oldman que sin hacer ningún esfuerzo se merienda a su personaje con todo su buen hacer como actor.

Junto a Gal Gadot tenemos a la inglesa Alice Eve en un papel muy desdibujado y a la alemana Antje Traue, muy interesante.
Entretenida y perfecta para desconectar, cine de palomitas que no engañan a nadie.
Un saludo,
Tess