Una buena película en la que el protagonista, George Raft, nos presenta a un piloto al que le surgirán dudas a causa de sus negocios. Ya vimos por Alan Ladd en Calcuta (1946), y en otras como Saigón (1948), que acabada la guerra soldados americanos en vez de regresar buscaron fortuna en aquellos países exóticos donde habían servido como pilotos del ejército del Aire, aunque aquí George Raft y su cuadrilla tuvieran otros motivos más graves.

Nos gusta la aventura y los peligros, el misterio y los negocios sucios, las malas mujeres y los rincones oscuros, pero aquí, y es un "pero", el hambre que asola Shanghai convierte el relato en algo serio y más habiendo niños huérfanos por medio. En un principio Brad, el piloto (George Raft), sabe mantenerse por encima gracias a la rubia que dirige el mercado negro que le inspira ardientes deseos y también a ser un tipo duro sin escrúpulos. Pero al final a Brad le tocan la moral, y además la dulce Helena Carter que le ronda, y muy interesantemente, también le hará pensar. Es el hándicap pero la criatura ha nacido así.

No se puede ser duro a tiempo parcial; o como diría Steven Seagal: “Algunos quieren ser duros y no pagar por ello”. Creo que aquí se puede usar esa frase que suelta en una de sus películas. Me la anoté porque no era capaz de encontrar el verdadero significado, aunque viniendo de Seagal, supuse que no tendría ninguno. Pero creo que para este caso puede valer. Intrigue exige llegar hasta el final.