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Voto de Antonio Morales:
7
Drama A principios de la guerra civil española (1936-1939) un grupo de internos de un hospital psiquiátrico aprovecha la confusión de la llegada de las tropas "nacionales" para evadirse del centro, con cuyo control ya se habían hecho tras el abandono del director médico, que había delegado la responsabilidad en las religiosas. En su huida, los enfermos se encuentran con un grupo de anarquistas con quienes compartirán cruentos episodios bélicos. (FILMAFFINITY) [+]
23 de enero de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Manolo Matji comenzó como guionista adaptando obras de Miguel Delibes en films tan sugerentes como “Los santos inocentes” o “El disputado voto del Sr. Cayo” en los que trataba temas rurales. Lo mismo ocurre con su debut como director, “La guerra de los locos”, un drama rural, intenso y febril, de opresores y oprimidos con ribetes de tragicomedia sobre la Guerra Civil, inspirada en hechos ocurridos en un psiquiátrico de Toledo a principios del conflicto bélico, cuando las tropas franquistas subían desde el sur de España hasta la capital y sede del Gobierno de la Republica. Narra el encuentro entre un grupo de locos recién escapados de un manicomio, con una partida de guerrilleros anarquistas en la Sierra de Guadalupe.

En la retaguardia, un espacio no fronterizo donde se producirá una extraña alianza, convirtiendo en compañeros de viaje a “El Rubio de la Nava” (Alvaro de Luna), perseguido por un médico fascista (Juan Luis Galiardo) que es el cacique con influencia militar en la región, y “Angelito Delicado” (Jose Manuel Cervino), un interno aparentemente menos perturbado que lidera a sus compañeros huidos. Asistimos a los prolegómenos de la fuga destacando la figura de Angel por su mimetismo para asumir personalidades, desde mecánico hasta doctor sin inmutarse, incluso guerrillero de una causa que desconoce. Esta dimensión del personaje de Angelito es fundamental en la reflexión de fondo que articula la película y da lugar, posteriormente, a las más sugerentes y complejas interpretaciones que ofrece el film.

El encuentro fortuito de anarquistas y locos, le ofrece al cineasta la posibilidad de enriquecer el discurso interno de la película, ambos grupos son perseguidos y tienen el germen de la locura imposible, pues ambos persiguen el sueño de la libertad. A partir de aquí la película gana en intensidad narrativa, deambulando por parajes áridos de secano, la dramatización visual de los acontecimientos se hace más densa. La lucha por el poder en la región ha desencadenado una lucha fratricida, desde los postulados de la razón de estado, Don Salvador, el médico y cacique que encarna Galiardo, inspira y dirige la represión en la retaguardia.

El establecimiento de un “nuevo orden”, exige la limpieza del territorio y la certeza de que ningún enemigo potencial puede disputarle su parcela de poder hegemónico. Un film emotivo donde la razón y la locura se difuminan y ambos territorios llegan a ser intercambiables, la lucha por los ideales que se convierten en impulsos irracionales. Todo ello narrado con vigor y claridad sin necesidad de ralentizar la acción para reflexionar sobre lo que se cuenta, con un sorprendente equilibrio entre el movimiento físico y la descripción de los personajes. En esa densidad narrativa, que la película impone poco a poco, se encuentra el mayor atractivo de un film, cuyo mérito, es abordar nuestra guerra desde un ángulo fuera del acostumbrado localismo de alpargata, para aproximarlo a un terreno más universal.
Antonio Morales
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