Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Antonio Morales:
7
Intriga. Drama Leonard Vole (Tyrone Power), un hombre joven y atractivo, es acusado del asesinato de la señora French, una rica anciana con quien mantenía una relacion de carácter amistoso. El presunto móvil del crimen era la posibilidad de heredar los bienes de la difunta. A pesar de que las pruebas en su contra son demoledoras, Sir Wilfrid Roberts (Charles Laughton), un prestigioso abogado criminalista londinense, se hace cargo de su defensa. (FILMAFFINITY) [+]
11 de abril de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera vez que aparece en “Testigo de cargo” la imagen de la justicia sobre el edificio de Old Bailey, un obrero está reparando la estatua. El plano está colocado inmediatamente antes de que comience el proceso por asesinato contra el acusado Leonard Vole (un histriónico, Tyron Power). Billy Wilder parece decir con ello que el sentido de la justicia que se evoca en el tribunal londinense se encuentra suspendido temporalmente, a causa de un incierto deterioro, y que el juicio que va a poner en escena no tiene mucho que ver con la palabra justicia, sino más bién , con la actuación tanto como personaje (Sir Wilfred Robarts) que en cuanto actor (excelente, Charles Laughton) como abogado defensor.

Es el único rasgo de sinceridad, por lo demás bastante simplista, de una película excesivamente apoyada en el truco, en la mentira caprichosa y en la sobreactuación. Los dos principales personajes de la película no son el acusado y su esposa (fascinante, Marlene Dietrich) sino Laughton, casi continuamente en escena. El film está siempre más cercano a la comedia, incluso durante el juicio, que al drama por lo que se está juzgando. Es evidente que Wilder sólo está interesado en la puesta en escena, durante las sesiones del tribunal, donde nada es lo que parece, pues el director quiere darle su toque personal a pesar de que el proyecto es una obra de encargo.

Desde el inicio del film, Billy Wilder, conductor del juicio bajo la inspiración y tutela de Agatha Chistie (aquí autora teatral) prepara al espectador para ese juego: plano general sobre la sala del juicio y la cámara se aproxima al tribunal, vacío como la sala. Este severo movimiento de cámara, que pretende llamar la atención sobre el fondo ceremonial de la película es, por lo demás equívoco, pues el interés narrativo fluye más hacia el personaje de Laugton con sus ticks y su humor británico que hacia el interés del juicio. Resumiendo, un Wilder menor.
Antonio Morales
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow