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Voto de Antonio Morales:
8
Comedia Después de terminar la mili en el cuerpo de caballería, Fernando decide comprar a Bucéfalo, el caballo que ha sido su compañero durante ese tiempo y regresa a Madrid con el animal. Pero la ciudad se ha transformado tanto que ni siquiera encuentra una cuadra ni tiene tiempo para atenderlo. Así las cosas, tendrá que buscar alguna solución. (FILMAFFINITY)
28 de mayo de 2015
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gracias a un acuerdo entre TVE y el productor Enrique Cerezo, propietario de los derechos de exhibición de un grandioso catálogo del mejor cine español, los aficionados españoles estamos de enhorabuena por poder disfrutar de un ciclo de cine español denominado “Historia de nuestro cine”, que recomiendo encarecidamente, donde estamos disfrutando de unas películas que hacía años no se veían en televisión, películas interesantes de estimable valor artístico e histórico, como por ejemplo “El último caballo”, escrita, producida y dirigida por Edgar Neville, “El último caballo” es una deliciosa comedia cuando menos insólita, bajo su apariencia amable y costumbrista, encierra sin pretensiones ni petulancias, una autentico manifiesto ecologista, algo insólito en el cine español que desconcertó a crítica y público.

Al parecer, según contaron algunos de sus colaboradores, la brillante y original idea de la que parte su no menos singular trama argumental le fue sugerida en un sueño al cineasta. Un joven soldado de un regimiento de caballería recibe el día de su licencia la notica de que por órdenes de la superioridad y en coherencia con la modernidad que marcan los tiempos que corren, su unidad se motoriza pasando los caballos a manos de un empresario poco escrupuloso que los ha comprado en lote, destinado a los picadores en las corridas de toros. Y nuestro protagonista (Fernando Fernán-Gómez) que se ha encariñado con su caballo Bucéfalo, para evitar su infortunado destino, decide comprarlo con los pocos ahorros que guardaba para casarse y llevárselo a Madrid.

Una vez en la gran urbe y con la sola complicidad de una florista (Conchita Montes) y un bombero (Jose Luis Ozores) ex compañero de armas, vivirán una curiosa peripecia para sobrevivir sin desprenderse del cuadrúpedo amigo. Con esta anécdota onírica, el cineasta filma una historia entrañable cargada de fina ironía, y bastante más subversiva de lo que parece, de unos seres inadaptados que no encuentran acomodo en los nuevos tiempos, a la búsqueda de una utopía. Una historia de amistad entre un joven soldado y un caballo que se niega a verlo sacrificado en un ruedo. Neville nos presenta unas gentes sencillas y reconocibles, en los tres rezuma un halo de ternura e ingenuidad. Podemos apreciar el Madrid de los cincuenta, a punto de masificarse, motorizarse y hacerse intransitable e irrespirable.

Unos personajes de raíz “chapliniana”, a los que a excepción de Berlanga muy pocos directores han sabido sacar tanto partido como Neville. Su cariño por los actores secundarios, de excepcionales y no siempre reconocidas dotes, sin cuyo aporte (Julia Lajos, Julia Caba Alba) serían inconcebibles algunos de sus mejores títulos. Diálogos llenos de ingenio y buen gusto, ese casticismo madrileño retratando las miserias del pueblo llano. Puede que Neville sólo pretendiera divertir y entretener, aunque la inteligencia de este hombre culto y civilizado, profundo sin caer en ridículas solemnidades, sencillo sin ser simple y castizo sin ser paleto ni vulgar, nos ha legado obras que invitan a la reflexión.
Antonio Morales
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