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Voto de Antonio Morales:
8
Drama. Comedia Judah y Clifford son dos hombres enfrentados a sendos dilemas morales de diferente gravedad. Cuando Judah, un reputado oftalmólogo, pretende poner fin a su relación extraconyugal, su amante lo amenaza con arruinar su vida contándoselo todo a su esposa; según su hermano Jack la única solución es asesinarla. Por su parte, Clifford es un director de documentales que se ve obligado a rodar una película sobre su cuñado, al que desprecia. (FILMAFFINITY) [+]
28 de diciembre de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El guión de delitos y faltas lo escribió Allen durante un viaje por Europa, el autor nos presenta un drama muy en la línea de su admirado Chejov, a varios personajes que están viviendo una situación crítica. No es una historia total, cerrada, con principio y fin, es un trozo de sus vidas, en un momento de ellas, mostrado con inteligencia y sobriedad. Sin abandonar la ironía, Allen combina una mirada distante, en la que el espectador debe aportar su sensibilidad y compresión, con otra más subjetiva, donde define su visión acerca de comportamientos y pensamientos de actitudes e ideas. Sin abandonar los escenarios de Manhatttan, desde los salones del Waldorf Astoria hasta la terraza del Tavern on the Green.

Dos relatos paralelos, que se van alternando. En uno sigue a Judah Rosenthal (Martin Landau), un eminente oftalmólogo que no sabe cómo romper la relación extramatrimonial con una azafata (Anjelica Huston). Tras dos años de relación, quiere que deje a su mujer Miriam (Claire Bloom), asustado ante la amenaza de su amante de hablar con su esposa, acude a su hermano intentando salvar su sofisticada vida. El otro relato sigue a Cliff Stern (Woody Allen), cinéfilo, director de documentales que, sin trabajo y sufriendo una crisis matrimonial, recibe la ayuda interesada de su cuñado Lester (Alan Alda), un rico y engreído productor de televisión. Ambos se disputan el amor de una productora del equipo de filmación (Mia Farrow).

Con esta obra, Allen propone, entre otras muchas cosas, una reflexión sobre la vista y el mirar, como forma del conocimiento, de comprensión y diversión. Además de varias reflexiones sobre la condición humana, y de qué forma nos afecta la formación religiosa y cultural. Judah y Cliff, desarrollan trabajos vinculados con la vista y la mirada, aunque con fines distintos. Judah recuerda a su padre diciendo “Los ojos de Dios nos están mirando siempre”; Cliff en cambio, invita asiduamente a su sobrina a ver cine clásico y le regala libros de fotografía de Nueva York. El film se articula en dos claves bien diferenciadas en tono estilo y ritmo. La primera se sostiene en dos soberbias interpretaciones de Landau y Huston. Aportando densidad y grandeza al relato. A la fortaleza de este relato, Allen va oponiendo otro más liviano y desenfadado con tintes de comedia irónica y paródica en relación a los duros sucesos de la otra historia. El humor le sirve al director para relajar la tensión y dureza del problema del oftalmólogo, dando equilibrio al film.

Además de otros personajes que enriquecen la historia, Allen muestra su elegancia y maestría en el lenguaje cinematográfico, consigue adentrarse en temas complejos, mostrándolos de forma sencilla, nada ostentosa. La composición visual del operador “bergmaniano” Sven Nykvist, está al servicio de los sentimientos y las acciones de los personajes que construyen las dos tramas narrativas. Planos largos, y escenas memorables que no voy a destripar, sin alardes, pero con un trabajo minucioso y meditado. Con una excelsa música de Irving Berlin, Cole Porter, Coleman Hawkins y Xavier Cugat. Obra honda, sobria y contenida, entre el remordimiento y el placer, entre el drama y la comedia, Allen las armoniza para crear una gran película.
Antonio Morales
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