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Voto de Antonio Morales:
8
Drama Un individuo de malos sentimientos y peores acciones, dispuesto a todo con tal de satisfacer su avaricia y vanidad, se muestra descontento con el papel de Judas que encarna en la Pasión que tradicionalmente se representa en su pueblo. Él aspira a interpretar el papel de Jesús. El tema religioso (la Pasión de Esparreguera en Cataluña es el escenario) permitió que esta película se exhibiera en catalán durante los años de la dictadura de Franco. (FILMAFFINITY) [+]
23 de marzo de 2016
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente film de Ignacio F. Iquino, uno de los directores y productor a la vez, más prolíficos e interesantes del cine español. “El judas” nos presenta un drama social que tiene su inspiración en la Pasión de Esparraguera. Una antigua tradición que proviene del siglo XV en esta pequeña población catalana, en la que participa todo el pueblo en una serie de representaciones, mundialmente famosas a día de hoy, de la Pasión de Cristo durante la cuaresma. La película pertenece a un tiempo en que el cine religioso era apoyado y subvencionado generosamente por el régimen de Franco, e Iquino que atravesaba un mal momento económico se adscribió con este interesante trabajo que desde mi punto de vista, se presta a muchas interpretaciones, más allá de las que vigilaba la censura. Pues el film plantea soterradamente un mordaz crítica sobre la falsa caridad y la doble moral.

El cineasta que también participó en el guión, se sirve de los propios habitantes y actores aficionados de la representación, además del excelente trabajo profesional de Antonio Vilar como protagonista absoluto. El dilema moral que plantea este profundo drama, reside en cómo el perfil espiritual de un personaje pude influenciar al ser humano que lo interpreta, transformando progresivamente a un ser perverso. Si la obsesión por ese personaje ejemplar, termina contaminando positivamente la moral del actor y su personalidad en la vida real. Tema recurrente en otras películas americanas.

Y es que, ahí reside la grandeza del cine, que consiste en hacer posible lo improbable, porque Mariano Torné es un tipo que no tiene sentimientos cristianos y que hace el papel de Judas en la representación anual, un rol de malvado que debe a su reputación. Mariano es lo que se dice, una mala persona, un tipo agrio y mal encarado, corroído por la codicia y el egoísmo, capaz de esquilmar a su propia familia, un tipo despreciable que goza con el sufrimiento ajeno. Pero su vanidad es infinita y hará lo posible por encarnar el papel de Jesús, el más importante de la escena. Entonces es cuando la misma dirección del evento se divide a la hora de permitir a tal villano sus aspiraciones, por la ausencia del Jesús habitual.

Y aquí se articula lo que puede crear la magia del cine, que un hombre cruel sea capaz de redimirse. La grandeza de esta película se articula huyendo de la moralina habitual en el cine religioso, cine de historias bienintencionadas pero soporíferas y previsibles. Iquino concibe una historia que atrapa porque el villano se nos presenta cercano y está perfectamente dibujado, como decía Hitchcock: “Cuanto mejor está descrito el malo, más interesante y atractiva es la historia”. Iquino saca todo el jugo posible a este film, cercano al neorrealismo, pero que no renuncia a la ficción del personaje de Jesús, obligándonos a reflexionar sobre nuestro comportamiento personal con nuestros convecinos. Excelente puesta en escena, ilustrada con una excelente música sacra de Bach y Handel.
Antonio Morales
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