Altas eran mis expectativas para esta película. No quería pensar en que la Disney estaba detrás de todo, prefería pensar que el director era el mismo de las dos Shrek, prefería pensar que los libros han cautivado a varias generaciones de lectores jóvenes, que los tráilers prometían una especie de Willow épico más infantil... Pero no, desgraciadamente, Disney estaba detrás de todo.

Técnicamente brillante, al César lo que es del César. La chamusquina comienza cuando aparecen esos cuatro niños en pantalla por primera vez, esos engendros del demonio. Vale que sean niños y que el nivel de exigencia para sus actuaciones no deba ser excesivamente elevado (aunque en una súperproducción como ésta especialmente, discrepo de eso), pero es que además son feos cuando se busca lo contrario y para rematar, el doblaje parece de chiste, como si estuviese Florentino Fernández poniendo voces al tiempo que mueven los labios, pero desde la cabina de proyección. Penoso.

La película es discreta. Lo que pasa es que yo me esperaba algo que no es, y que en ningún momento se les pasó por la cabeza que fuera a los productores. Yo buscaba una película con un buen guión de aventuras fantásticas, de las de cogerte un cubo de palomitas y disfrutar como un enano. Pero me encontré con una historia simple a más no poder, con miles de guiños o paralelismos con alguna que otra historia Bíblica, una línea argumental totalmente plana, unas actuaciones por las que yo si fuera uno de esos actores, eliminaría mi nombre de la base de datos... en general, una película de complejidad cero, menor que la que pueda tener Bambi. Y visto lo visto, las últimas producciones Disney sin Pixar de por medio, es lo que se desea: crear niños estúpidos de encefalograma plano.

Por favor, por el bien de nuestros niños y de nosotros mismos, huyamos.