Cualquier peli de Tony Scott es material de estudio. Pocos directores como este imprimen a sus cintas un estilo tan persomal. La estética de sus películas, la forma de montar en la sala, los tiros de cámara o los zooms son huellas indelebles que este realizador ha aportado a la industria del cine y por lo que, a buen seguro, será recordado. Cada estreno de una de sus películas se conierte en un relevante acontecimieto y en ese plan me puse a contemplar esta obra.
La película aborda, a mi entender, de manera chapucera, un tema de muchísimo calada, la posibilidad de poner incidir en el pasado para mejorar o aliviar los acontencimientos del presente, pero además hacerlo desde ese mismo presente. Pura ciencia ficción, ¿o no? Entiendo que la peli no está dirigida con el pulso habitual del británico, le falta chispa y se nota. Las escenas claves no resultan creíbles y es muy facil perderse en los rocambolescos giros que realiza el guión. Ya no sabes si lo que se muestra es el pasado de los acontecimientos, o el presente o ambos conviviendo a la vez en una misma toma. En mi opinión exceso de ambición en el guión, lo lógico es apabullar al espectador que acabará por no enterarse de nada.
Tony Scott vuelve a contar con uno de sus actores fetiche, el gran Denzel Washington que una vez más da sensación de seguridad asombrosa a su interpretación.
Discreta película de un Tony Scott al que es obligado seguirle la pista.