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Voto de Puercoespín:
8
8,1
29 059
Drama
Don Jaime (Fernando Rey), un viejo hidalgo español, vive retirado y solitario en su hacienda desde la muerte de su esposa, ocurrida el mismo día de la boda. Un día recibe la visita de su sobrina Viridiana (Silvia Pinal), novicia en un convento, que tiene un gran parecido con su mujer. Basada libremente en la novela "Halma", de Benito Pérez Galdós. (FILMAFFINITY)
13 de mayo de 2009
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todavía con la impresión de la magnífica y esperpéntica cena bacanal en mi mente, intento escribir alguna reflexión acerca de esta película.
Mi primera sensación es la presentación de una realidad humana conectada con la parte animal, alejada de la razón, educación o ética y que no es controlable con una actitud bondadosa sin más, ni por un ser divino al que nos podamos encomendar para tal tarea. La bondad y la inocencia en este caso crean una combinación desastrosa.
Más sensaciones. Nuestras convicciones pueden ocultarnos cosas que para el resto de personas son más evidentes, y a veces los prejuicios de éstos resultan ser acertados o su visión de lo que ocurre es más real que la que tú percibes. También pueden evitar que veamos el alcance de nuestras capacidades. En el Like a Rolling Stone de Dylan, la gente también lo veía y decía más explícitamente: "cuidado nena, estás a punto de caer".
Los personajes de los desvalidos son brutalmente reales y crudos en todo momento, apartados de un estereotipo de pobres almas. En general me gustaron todas las interpretaciones, aunque quizá destacar que Paco Rabal da una potencia enorme.
Mi primera sensación es la presentación de una realidad humana conectada con la parte animal, alejada de la razón, educación o ética y que no es controlable con una actitud bondadosa sin más, ni por un ser divino al que nos podamos encomendar para tal tarea. La bondad y la inocencia en este caso crean una combinación desastrosa.
Más sensaciones. Nuestras convicciones pueden ocultarnos cosas que para el resto de personas son más evidentes, y a veces los prejuicios de éstos resultan ser acertados o su visión de lo que ocurre es más real que la que tú percibes. También pueden evitar que veamos el alcance de nuestras capacidades. En el Like a Rolling Stone de Dylan, la gente también lo veía y decía más explícitamente: "cuidado nena, estás a punto de caer".
Los personajes de los desvalidos son brutalmente reales y crudos en todo momento, apartados de un estereotipo de pobres almas. En general me gustaron todas las interpretaciones, aunque quizá destacar que Paco Rabal da una potencia enorme.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Desde luego, Buñuel nos muestra a unos "apóstoles" en su última cena cuya actitud no difiere mucho de la que tendría una jauría de perros en la misma situación, lo animal acaba superando lo humano.
Esto puede que sea una interpretación muy personal, pero también veo en parte plasmado el concepto cristiano de que pese al temor a Dios (clave de la masificación de la fe), existe una enorme libertad para hacer cualquier cosa porque es muy barato el perdón o la salvación. Parte de la gente que Viridiana acoge llegan a ser auténticos monstruos, camuflados para ella como pobres desvalidos que recurren a la caridad o acogen la fe de agrado y con quienes por ejemplo reza oraciones en grupo. Realmente son esa navaja que oculta su auténtico yo en la figura del crucifijo.
Los a priori malos personajes con prejuicios que abandonan la casa al llegar los desamparados, o aquellos que te aconsejan que los eches y que a la vez optan por tareas productivas en la finca frente a las espirituales, son a quienes finalmente te ves obligado a dar humillantemente la razón en este caso, en el que, ya no sólo se pierde el respeto al bienhechor, sino que se traspasa de lejos esa frontera llegando a la amenza física con consecuencias graves.
Viridiana crea esta situación por una manera de ver las cosas que no viene dada por su propia actitud, sino por una inculcación del deber heredada de una visión religiosa de la vida vista desde la inocencia y bondad, reales o no tanto (represión personal), algo que desde luego no siempre acompaña a la religiosidad. Los pobres tullidos, ciegos, indigentes o locos acogidos por Viridiana en su albergue se sienten agradecidos durante muy poco tiempo, y sus personalidades curtidas y deshumanizadas en las dificultades de la vida salen a flote desde casi el principio. La ausencia de gente en la casa es el detonante para pasar de un "no tenemos por qué trabajar, que no hay nadie" a una escalada de despropósitos donde se muestra lo peor de cada uno de los protagonistas. Viridiana acaba rindiéndose, abandonando su orientación beata y caritativa y aceptando el juego del resto de personajes, quizá representado con la partida de tute final.
Esto puede que sea una interpretación muy personal, pero también veo en parte plasmado el concepto cristiano de que pese al temor a Dios (clave de la masificación de la fe), existe una enorme libertad para hacer cualquier cosa porque es muy barato el perdón o la salvación. Parte de la gente que Viridiana acoge llegan a ser auténticos monstruos, camuflados para ella como pobres desvalidos que recurren a la caridad o acogen la fe de agrado y con quienes por ejemplo reza oraciones en grupo. Realmente son esa navaja que oculta su auténtico yo en la figura del crucifijo.
Los a priori malos personajes con prejuicios que abandonan la casa al llegar los desamparados, o aquellos que te aconsejan que los eches y que a la vez optan por tareas productivas en la finca frente a las espirituales, son a quienes finalmente te ves obligado a dar humillantemente la razón en este caso, en el que, ya no sólo se pierde el respeto al bienhechor, sino que se traspasa de lejos esa frontera llegando a la amenza física con consecuencias graves.
Viridiana crea esta situación por una manera de ver las cosas que no viene dada por su propia actitud, sino por una inculcación del deber heredada de una visión religiosa de la vida vista desde la inocencia y bondad, reales o no tanto (represión personal), algo que desde luego no siempre acompaña a la religiosidad. Los pobres tullidos, ciegos, indigentes o locos acogidos por Viridiana en su albergue se sienten agradecidos durante muy poco tiempo, y sus personalidades curtidas y deshumanizadas en las dificultades de la vida salen a flote desde casi el principio. La ausencia de gente en la casa es el detonante para pasar de un "no tenemos por qué trabajar, que no hay nadie" a una escalada de despropósitos donde se muestra lo peor de cada uno de los protagonistas. Viridiana acaba rindiéndose, abandonando su orientación beata y caritativa y aceptando el juego del resto de personajes, quizá representado con la partida de tute final.