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Voto de Gunnar Hansen:
9
Terror Cinco adolescentes visitan la tumba, supuestamente profanada, del abuelo de uno de ellos. Cuando llegan al lugar, donde hay un siniestro matadero, toman una deliciosa carne en una gasolinera. A partir de ese momento, los jóvenes vivirán la peor pesadilla de toda su vida. (FILMAFFINITY)
10 de junio de 2010
67 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que en el Museo de Arte Moderno de Nueva York se guarde una copia de los negativos de esta obra (así como de La Noche de Los Muertos Vivientes), dice más de ella que todas las críticas que aquí podamos anejar.

Que, tras serias dificultades, triunfase en el festival de Londres, fuese alabada en Cannes y Avoriaz se rindiese ante su potencia visual, es prueba de su cautivadora esencia, ajena al discurrir del tiempo y las modas.

Que más de treinta años después aún haya gente comentando, criticando (para bien o para mal) esta tremenda obra, dice todavía más.

Y que, con más de tres décadas a sus espaldas, la cinta de Hooper siga siendo referencia obligada dentro del terror contemporáneo y uno de los puntales seminales del gótico americano revela más de esta obra de lo que yo pueda aquí escribir.

Aún así y reconociendo estos handicaps, ahí va mi pequeña y humilde tentativa de aportación:

En 1974, un joven gamberro, subversivo, de pelo largo y despeinado se disponía, sin saberlo, a conmocionar al público y a la crítica con una producción ínfima en cuanto a presupuesto pero brutal y revolucionaria en cuanto a contenidos y tratamiento formal. Aún no podía saber, aunque sí iba intuyéndolo conforme avanzaba a trompicones la grabación, que tenía entre manos algo grande, un proyecto que iba a causar furor y dejar huella entre la legión de fans que iban adhiriéndose al terror.

Inspirados en la peripatética figura de Ed Gein, Hooper y Henkel escribieron en 15 días el guión. Tras conseguir la exigua financiación para arrancar, se embarcaron en un rodaje demencial. Si bien la idea no es espectacular, el tratamiento documental, al que ayuda el empleo de los 16 mm y su granulado, y la enrarecida producción visual de Bob Burns elevaron pronto la obra al podio de la bizarría y el terror más descarnado. El verismo que resuda la pantalla no deja impasible ni siquiera al espectador actual, curtido en el gore digital y los efectos más excesivos.

La película de Hooper deja entrever más que enseña, relegando a los márgenes no visibles las partes más horrendas y gráficas. Esto es uno de los mayores aciertos del film ya que, enfebrecida por la malsana ambientación y las sevicias situaciones, la imaginación ofrece peores cuadros de los que el presupuesto hubiera podido mostrar. Los horrísonos berridos de los protagonistas torturados fuera de plano, en insalubres paisajes de pesadilla, el granulado de la película usada y las texturas que esta aporta (casi documental), dotan el total del metraje de un insufrible estado de tensión y de una especial conmoción sensitiva.

Y es que, cuando una obra tiene el impacto visual y conceptual que la Matanza de Texas tuvo, es difícil borrar su huella y recuerdo. A partir de su estreno, censura, polémica e imitación. Siguiendo sus pasos, comenzaron a aflorar desde la serie B, más lustrosa que nuca en aquel entonces, productos similares, copias con menor o mayor acierto.

Hordas de jóvenes descerebrados y sin prejuicios puristas, de aquellos que los cinéfilos gustan hacer gala, encumbraron la película al nivel que hoy ostenta y que, desde entonces, indiscutiblemente ha mantenido. El terror, tal y como hoy lo concebimos, estaba gestándose.

Lo peor, que Hooper cayó desde entonces en un tedio productivo del que aún hoy día no se ha repuesto y, la verdad sea dicha, dudo mucho que pueda escapar a él. Sin embargo, legar esta obra a la historia del cine es suficiente aportación para que este realizador sea nombrado como uno de los pilares del terror contemporáneo.

Recordad, ¡el secreto está en la carne!
Gunnar Hansen
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