John Ford disfraza sus versos homéricos bajo la apariencia de un western que podía ser la premisa de una road movie: dos amigos forzados a colaborar, pese a sus diferentes temperamentos, en una misión de rescate de colonos, prisioneros de los malvados pieles rojas. Sin embargo, Ford se basa en una novela original muy interesante, mejor adaptada aún y añadiendo detalles de cosecha propia.

Ni los indios son tan malos, ni los rehenes están tan ansiosos de ser liberados, ni la civilización a la que quieren devolverles es tan idílica. Ojo con muchos de los momentos de esta pieza, la primera colaboración de Ford con James Stewart (la siguiente sería aún más memorable, "El hombre que mató a Liberty Valance"). Stewart, actor de gran versatilidad y carisma, ejerce el papel de McCabe, quien vive una madurez dorada, viviendo de su reputación como pistolero; en definitiva, un acomodaticio sheriff que no tiene intención de arriesgar el pellejo en la loca propuesta de su amigo Jim Gary, miembro del séptimo de caballería.

Richard Widmark pone el contrapunto de la acidez y lucidez de Ulises de McCabe, siendo un prototipo del modelo de caballería andante e inenua, encarnando a Gary. Una pareja que funciona en una película algo descompensada en su metraje (qué desperdicio de un actor tan bueno como Woody Strode), pero que tiene un tono agridulce, una mezcla de comedia, aventuras, con tristes reflexiones. Ford dibuja a muchos de sus personajes mejor de lo que parecen, las apariencias engañan en este apacible retablo de western.

Caminos entrelazados. Algo más que una simple peli del Oeste.

Los lectores/as interesados en este film, quizá, podrían gustar de una reseña más extensa que le dedico a este film fordiano:

http://www.ojocritico.com/criticas/tintes-homericos/