Tras una estupenda ópera prima, la talentosa pareja formada por Alberto López y Alfonso Sánchez nos vuelven a sumergir en las calles de Sevilla que tan bien conocen. Explotan con habilidad los tópicos, en esta secuela sin serlo a través del mundo más pijo hispalense, dejando gags agradables pero que no tienen la frescura de aquel primer momento donde irrumpieron en la gran pantalla.

El producto resultante es una comedia muy ligera que no se hace larga, si bien tampoco engancha. Quizás, a diferencia de lo que sucedió en "El mundo es nuestro", no logramos empatizar con la pareja protagonista en esta trama que habla de trajes de comunión, deudas con los rusos y otras cuestiones forzadas que sobreviven en el metraje gracias al salero natural del elenco.

Esta repetición de la fórmula no ha salido del todo, aunque tampoco coincido plenamente con quienes la califican de decepcionante. Hay una escuela cinematográfica andaluza que, especialmente en materia de actores y actrices, tiene toque y pegada para hacer cosas con voz propia.

"El mundo es nuestro" fue un golpe directo y bien conectado. Ahora este dueto ha tenido un retroceso (aunque en taquilla ha funcionado más que bien). Probablemente, sea el momento de retroceder para coger impulso y aprender de lo que ha fallado en esta ocasión. Materia prima siguen teniendo.