Clint Eastwood es un director sólido y de corte clásico de cuya obra llevamos décadas disfrutando. Sus films siempre son sólidos, pausados, y cuentan bien la historia que tratan, pero en buena parte de su obra, y este es un ejemplo, existe lo que en mi opinión contituye un problema de tensión que aquí es facilmente visible.
En esta ocasión tenemos una buena historia solidamente contada, pero hay un punto de previsibilidad que le quita fuerza. El protagonista, el propio Eastwood, siempre se ve que va a salir claramente de los atolladeros que se desencadenan a su alrededor, le vemos como intocable, sin fragilidad alguna, está por encima de todo, y claro, el espectador queda acomodado ante la seguridad de saber que no le va a pasar nada. Me faltan giros, emociones, todo lo que hace que no esté claro lo que está por venir. Es decir, tensión.
Pero ya lo he dicho, es su forma de narrar en muchas de sus películas, y cuando supera esta barrera que tan poco transita, alcanza la excelencia de su carrera ("Los puentes de Madison" o "Million dollar Baby) ya que la tensión lleva a la emoción, que es lo que aquí me falta.