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Voto de Angel Lopez:
4
Drama. Terror. Intriga Narra las secuelas que sufre un soldado que participó en la guerra de Vietnam. El cartero neoyorkino Jacob Singer intenta evitar que los jirones de su vida terminen de deshilacharse. Lo acosan incesantes flashbacks de su primer matrimonio, de su hijo muerto y de su periodo de servicio en Vietnam. En su nueva esposa busca un asidero hacia la lucidez, pero la línea entre la realidad y el delirio se hace cada vez más delgada.
13 de septiembre de 2015
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Partiendo de la idea extraída del corto francés La rivière du hibou (1962) de Robert Enrico, el guionista de la pastelosa Ghost escribe una farragosa historia que rara vez ofrece alguna brillante imagen. La historia de Bruce Joel Rubin está llena de lugares comunes e intragables influencias pseudo-religiosas, y no hace falta ir muy lejos, ya el propio título de la película hace referencia directa a una historia bíblica del mismo nombre que aparece en el Génesis. En los primeros quince minutos, el ejercicio visual que nos propone Adrian Lyne tiene como único objetivo poner de los nervios al espectador, y ya te digo que lo consigue, con un casi insoportable trajín de cámara que logra que el espectador se sienta incómodo. Un thriller que se mueve entre el terror y el drama psicológico, con torpes toques de surrealismo, que no termina por definir su tono.

La escalera de Jacob es un film que resulta eclético hasta el extremo, pero que sin embargo encuentra su mayor virtud en un espléndido trabajo interpretativo de Tim Robbins, quien poniendo cara de asustado nos deja los mejores momentos en las terroríficas visiones que aterran al personaje que interpreta.

En el lado negativo «donde hay mucha tela que cortar», nos encontramos con una impersonal dirección del cineasta y un guión que se estira hasta lo indecible, con mucha paja mental e ida de olla que sirve de relleno, y a esto se suma la desastrosa labor de un reparto mal escogido «seguramente por el responsable de casting» y compuesto por una Elizabeth Peña y Danny Aiello; una por no transmitir absolutamente nada y el otro por sobreactuar, por no hablar de una composición musical de Maurice Jarre que pasa totalmente desapercibida.

Respecto al final «no voy a spoilear por respeto a los que no la hayan visto», el espectador sentirá una fuerte confusión mezclada con una ligera sensación de llenado y de insatisfacción al mismo tiempo, para después preguntarse: “¿Y tanta mierda para esto?” seguido de una mediocre justificación final.
Angel Lopez
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