La película cuenta como lo mejor el papel de Javier Cámara, que es lo único que puede considerarse verdaderamente gracioso de toda la sesión. Lo demás es una aproximación al cine romántico y al rural, un fastidiosa recurrencia del cine español de los últimos años.

Hay productores de cine que consideran al espectador como alguien tan ingenuo que parece que se puede reír con ciertas situaciones absurdas, como las que pueden ocurrir en un ambiente rural, y el productor cree que el espectador es menos inteligente que él y se va a reír, lo que demuestra que el productor es más ingenuo que la mayoría de los espectadores. Bueno, pues el productor de esta película es ese tipo de productor y el que la escribió son ese tipo de productores o guionistas. Acertarán con los espectadores ingenuos, pero con los que tienen juicio crítico para estas cosas, que son mayoría, lo tienen crudo con este tipo de películas.