Media votos
5,8
Votos
1 012
Críticas
13
Listas
3
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
- Sus redes sociales
-
Compartir su perfil
Voto de ZetaZero:
7
6,4
912
Animación. Acción. Ciencia ficción. Comedia
El anciano señor Takazawa ha sido reclutado (sin saberlo) por el Ministerio de Sanidad para tomar parte en un experimento que revolucionará la atención a los ancianos. No más residencias, no más enfermeras en casa... El Z-001 se encargará de todo. El prototipo, una cama mecánica equipada con la última supercomputadora del gobierno, está conectado directamente al cerebro del señor Takazawa y diseñado para proporcionar cualquier cosa que ... [+]
6 de junio de 2021
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los grandes nombres de la industria japonesa del manganime es el de Katsuhiro Otomo. Para los fans Akira (1988) fue, sin lugar a dudas, la mejor película que había dirigido. Un servidor no opina lo mismo, pero es innegable que este filme marcó un antes y un después. Tras Akira, sin embargo, los proyectos de Otomo en calidad de director no fueron numerosos destacando entre ellos Memories (1995) y Steamboy (2004). Esto no quiere decir que no hiciera más incursiones en otros filmes o series pues se encargó del guion de una cinta nueva: Roujin Z (1991).
Estamos ante un sociedad donde el progresivo envejecimiento de la población está planteando una serie de retos a superar. La mejora en la alimentación, la higiene y la salud han permitido que podamos vivir durante muchos más años. No obstante, los ancianos necesitan de mayores cuidados debido a los riesgos de la vejez: falta de movilidad, nuevas enfermedades (alzhéimer, párkinson, ...), mayor dependencia, menor sustento económico, etc. Muchos de estos inconvenientes se mencionan o quedan reflejados en los primeros minutos de la obra. De hecho, el filme por medio de la figura de Takashi Terada nos dibuja una situación alarmante donde los servicios médicos se hallan colapsados y los asilos están al máximo de su capacidad. El reducido número de jóvenes ha hecho que el personal médico y los voluntarios disponibles sean cada vez menores. Los recursos económicos son insuficientes para renovar un equipo médico que ya se encuentra desfasado.
Un hecho que por supuesto no entorpece el mensaje de la obra: el carácter irremplazable de lo afectivo sobre cualquier otro tipo de necesidad o comodidad. El anciano que nos recuerda la importancia del cariño en la vida de las personas mayores es Kijuro Takazawa. Este señor de muy avanzada edad vive en compañía de un gato gordo. Diariamente es visitado por una enfermera voluntaria, Haruko Mihashi, cuya presencia aprecia mucho. Esta exposición resulta escueta, pero a medida que avanza el metraje sabremos que (spoiler 1).
No obstante, tal necesidad afectiva es pasada por alto por los miembros del Ministerio de Salud Pública. Están demasiado obsesionados con encontrar una solución al problema del envejecimiento. Durante la conferencia para presentar el Proyecto Z, Terada —casi como si fuera un agente comercial— se esfuerza en mostrar todas las bondades del producto. Literalmente parece que no hay nada que no sea capaz de hacer. No solo es capaz de cubrir las necesidades básicas —y las más pesadas— sino que puede ofrecer entretenimiento y hacer frente a posibles amenazas. Pero tal como dice Haruko, las máquinas no pueden suplir el calor humano. (Spoiler 2).
Una cuestión temática relevante, aunque en un segundo lugar, está relacionada con la verdadera naturaleza del Z-001 (Spoiler 3).
Mayores inconvenientes, sin embargo, los encontramos en otros lugares del relato. Uno de ellos se refiere a la innecesaria extensión del conflicto entre Z-001 y los cuerpos de seguridad y la corporación. La obra se enfrasca en interminables escenas de destrucción urbanística y descontrol tecnológico. Un tópico y a la vez un vicio presente en las obras de Otomo porque por momentos el hilo argumental y temático se pierde en una maraña de cables y conjuntos de escombros. Otra cuestión incómoda es el personaje de Haruko, cuyos motivos son algo endebles para empujarla a una aventura tan arriesgada. Se podría ahondar en el pasado de Haruko en relación a su abuela.
En resumen, Roujin Z realiza una reflexión infrecuente en torno a qué factores son de primera necesidad en la vida de las personas mayores. El cariño y la compañía humanos no pueden ser reemplazados por sistemas más eficientes o mayores comodidades. Una reflexión que, sin embargo, sería más potente si se interesara más en el debate entre opuestos o ahondara en los conflictos personales de los principales actores en vez de atender a los caprichos de un autor obsesionado con el desorden tecnológico.
Si te interesa puedes leer esta y otras reseñas en mi web personal (debajo de mi nick encontrarás el enlace).
Estamos ante un sociedad donde el progresivo envejecimiento de la población está planteando una serie de retos a superar. La mejora en la alimentación, la higiene y la salud han permitido que podamos vivir durante muchos más años. No obstante, los ancianos necesitan de mayores cuidados debido a los riesgos de la vejez: falta de movilidad, nuevas enfermedades (alzhéimer, párkinson, ...), mayor dependencia, menor sustento económico, etc. Muchos de estos inconvenientes se mencionan o quedan reflejados en los primeros minutos de la obra. De hecho, el filme por medio de la figura de Takashi Terada nos dibuja una situación alarmante donde los servicios médicos se hallan colapsados y los asilos están al máximo de su capacidad. El reducido número de jóvenes ha hecho que el personal médico y los voluntarios disponibles sean cada vez menores. Los recursos económicos son insuficientes para renovar un equipo médico que ya se encuentra desfasado.
Un hecho que por supuesto no entorpece el mensaje de la obra: el carácter irremplazable de lo afectivo sobre cualquier otro tipo de necesidad o comodidad. El anciano que nos recuerda la importancia del cariño en la vida de las personas mayores es Kijuro Takazawa. Este señor de muy avanzada edad vive en compañía de un gato gordo. Diariamente es visitado por una enfermera voluntaria, Haruko Mihashi, cuya presencia aprecia mucho. Esta exposición resulta escueta, pero a medida que avanza el metraje sabremos que (spoiler 1).
No obstante, tal necesidad afectiva es pasada por alto por los miembros del Ministerio de Salud Pública. Están demasiado obsesionados con encontrar una solución al problema del envejecimiento. Durante la conferencia para presentar el Proyecto Z, Terada —casi como si fuera un agente comercial— se esfuerza en mostrar todas las bondades del producto. Literalmente parece que no hay nada que no sea capaz de hacer. No solo es capaz de cubrir las necesidades básicas —y las más pesadas— sino que puede ofrecer entretenimiento y hacer frente a posibles amenazas. Pero tal como dice Haruko, las máquinas no pueden suplir el calor humano. (Spoiler 2).
Una cuestión temática relevante, aunque en un segundo lugar, está relacionada con la verdadera naturaleza del Z-001 (Spoiler 3).
Mayores inconvenientes, sin embargo, los encontramos en otros lugares del relato. Uno de ellos se refiere a la innecesaria extensión del conflicto entre Z-001 y los cuerpos de seguridad y la corporación. La obra se enfrasca en interminables escenas de destrucción urbanística y descontrol tecnológico. Un tópico y a la vez un vicio presente en las obras de Otomo porque por momentos el hilo argumental y temático se pierde en una maraña de cables y conjuntos de escombros. Otra cuestión incómoda es el personaje de Haruko, cuyos motivos son algo endebles para empujarla a una aventura tan arriesgada. Se podría ahondar en el pasado de Haruko en relación a su abuela.
En resumen, Roujin Z realiza una reflexión infrecuente en torno a qué factores son de primera necesidad en la vida de las personas mayores. El cariño y la compañía humanos no pueden ser reemplazados por sistemas más eficientes o mayores comodidades. Una reflexión que, sin embargo, sería más potente si se interesara más en el debate entre opuestos o ahondara en los conflictos personales de los principales actores en vez de atender a los caprichos de un autor obsesionado con el desorden tecnológico.
Si te interesa puedes leer esta y otras reseñas en mi web personal (debajo de mi nick encontrarás el enlace).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
(Spoiler 1) que su recuerdo más feliz está en aquel día en la playa al lado de su esposa e hija ocurrido hace tiempo. Es decir, Takazawa echa de menos el momento en que tenía una familia. La vejez suele estar asociada a la soledad, en tanto nuestros seres queridos abandonan este mundo antes que nosotros.
(Spoiler 2) El anciano solo quiere volver a casa mientras disfruta de la compañía de Haruko, pero los responsables del experimento lo aíslan en una habitación y le apartan de Haruko. La imagen de Takazawa resulta dolorosa al verlo rodeado de todos esos cables mientras implora ayuda a Haruko.
(Spoiler 3) Tras una revelación, el largometraje desvela que la máquina no fue desarrollada para fines médicos sino con propósito militar. La corporación Nishibashi, la empresa detrás del producto, lo disfrazó de “equipamiento médico” para experimentar con el superordenador. Esto explica aquellas funciones que iban más allá de lo que correspondía a una máquina de cuidados médicos. Pero más importante revela que a empresas y gobiernos no les importa tanto la salud y el bienestar de los ciudadanos como ganar votos o lucrarse a costa de ellas. Incluso si hay que abandonar la ética que debería estar presente en toda experimentación con personas. Aquí los intereses empresariales están representados por Hasegawa, quien es un hombre mezquino y astuto al que solo le importa recoger datos sobre el experimento.
(Spoiler 2) El anciano solo quiere volver a casa mientras disfruta de la compañía de Haruko, pero los responsables del experimento lo aíslan en una habitación y le apartan de Haruko. La imagen de Takazawa resulta dolorosa al verlo rodeado de todos esos cables mientras implora ayuda a Haruko.
(Spoiler 3) Tras una revelación, el largometraje desvela que la máquina no fue desarrollada para fines médicos sino con propósito militar. La corporación Nishibashi, la empresa detrás del producto, lo disfrazó de “equipamiento médico” para experimentar con el superordenador. Esto explica aquellas funciones que iban más allá de lo que correspondía a una máquina de cuidados médicos. Pero más importante revela que a empresas y gobiernos no les importa tanto la salud y el bienestar de los ciudadanos como ganar votos o lucrarse a costa de ellas. Incluso si hay que abandonar la ética que debería estar presente en toda experimentación con personas. Aquí los intereses empresariales están representados por Hasegawa, quien es un hombre mezquino y astuto al que solo le importa recoger datos sobre el experimento.