De los hijos, bastardos y reconocidos, que tuvo la trilogía “Star Wars” (1977, 1979 y 1981), quizás el más prometedor y avanzado fue “Willow”: una especie de “spin-off” de la “space-opera” de George Lucas, encubierto con la pátina del cine de espada y brujería que estaba de moda en los ochenta. Y como hijo reconocido que es, apadrinado por Lucasfilm y amadrinado por la Industrial Light and Magic, “Willow” se muestra como una de las más entretenidas, épicas y vistosas películas de aventuras de la década.

Dirigida con buena mano por Ron Howard, director bastante resultón con títulos muy conocidos en su haber, en realidad es George Lucas el que está detrás de todo el guion y de la idea. Si ya “Star Wars” es una historia con fuerte base en la fantasía épica, “Willow” es pura y llanamente una película cliché de ese subgénero: tiene guerreros, magos, princesas, hadas, y un relato sobre el triunfo del Bien sobre el Mal por parte del que menos probabilidades tiene de conseguir una gesta así: un enano. Y no estamos hablando de “El señor de los anillos”, pero la influencia de Tolkien también es clarísima en el planteamiento y en la historia.

Y como Lucas es un genio del marketing, se propuso no cambiar ni un ápice la fórmula del éxito y utilizó lo que ya estaba implantado indeleblemente en la cabeza del fan de “Star Wars” para hacer lo mismo en este filme: Willow (Warwick Davis) es Luke Skywalker, Madmardigan (Val Kilmer) es Han Solo, Sorsha (Joanne Whalley) es la princesa Leia, y Bavmorda (Jean Marsh) es Darth Vader. Nada está hecho por casualidad, y si todo queda en casa, mejor que mejor.

Aparte del entretenido guion y del buen ritmo que le imprime Ron Howard, todo el aspecto técnico y de diseño es también bastante destacable. La colorida fotografía se enriquece de los planos exteriores rodados en Nueva Zelanda, y el aspecto general del filme bebe de los bocetos de Jean Giraud (Moebius), dibujante francés ya acostumbrado al mundo del cine con sus trabajos para “Alien, el octavo pasajero” (1979), “Tron” (1982) o “Dune” (1984). Otras características destacables son la épica y excelente banda sonora del ya desaparecido James Horner, y los efectos especiales de la ILM, quienes usaron una técnica nueva para algunas escenas, el “morphing”, cuyos resultados fueron espectaculares en su momento.

“Willow” se alza por encima de la media del cine de aventuras ofreciendo un espectáculo diverso, entretenido y muy cuidado. Imprescindible.