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Aventuras. Western
Año 1925. Fred C. Dobbs (Humphrey Bogart) decide ir a Tampico en busca de oro para salir de la miseria. Emprende el viaje con otros dos vagabundos (Walter Huston y Tim Holt), pero la codicia y la envidia que surge entre ellos les creará más problemas que cualquier dificultad del camino. (FILMAFFINITY)
4 de noviembre de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Generalmente, he considerado siempre a Huston un cineasta sobrevalorado, dónde sus más bendecidas películas (véase "Moby Dick" o "La reina de África") se han desinflado como un globo con el paso del tiempo. Para mí, lo mejor de Huston está, aparte de en la soberbia y primeriza "El halcón maltés", en el díptico que forman "El tesoro de Sierra Madre" y ya, en plena madurez, la maravillosa, lúcida e inolvidable "El hombre que pudo reinar". Ambas pertenecen a la estirpe del cine de aventuras, pero nada al uso; tienen, en fin, un sello propio, una esencia, un estilo hustoniano.
Aquí, Huston hace de su capa un sayo y logra un tridente de personajes propios, únicos, hustonianos: son héroes solitarios, auténticos perdedores, seres humanos errantes, individualistas, lo que les lleva a perder cualquier dorada, o simplemente normal, oportunidad. Bogart hace quizás la más compleja interpretación de su carrera: un personaje lleno de paranoica desazón, rayando la locura; Walter Huston, grandísimo actor de siempre y padre del director, recibe de su hijo un regalo de personaje, absolutamente adorable en su madura sapiencia (Oscar al mejor secundario); Tim Holt es el complemento perfecto de ambos, el contrapeso ideal.
Así, se construye un clásico en el gran sentido del mejor cine americano y una obra maestra genuinamente hustoniana. Aquí sí, Huston es el hombre que reina.
Aquí, Huston hace de su capa un sayo y logra un tridente de personajes propios, únicos, hustonianos: son héroes solitarios, auténticos perdedores, seres humanos errantes, individualistas, lo que les lleva a perder cualquier dorada, o simplemente normal, oportunidad. Bogart hace quizás la más compleja interpretación de su carrera: un personaje lleno de paranoica desazón, rayando la locura; Walter Huston, grandísimo actor de siempre y padre del director, recibe de su hijo un regalo de personaje, absolutamente adorable en su madura sapiencia (Oscar al mejor secundario); Tim Holt es el complemento perfecto de ambos, el contrapeso ideal.
Así, se construye un clásico en el gran sentido del mejor cine americano y una obra maestra genuinamente hustoniana. Aquí sí, Huston es el hombre que reina.