Un ejecutivo de medio nivel irá perdiendo contacto con todo el entorno que le rodea... Magnífico y sorprendente film estonio, realizado en blanco y negro, que guarda un gran equilibrio entre negrura surrealista, socarronería y un discurso entre pesimista y directamente nihilista sin caer nunca en la gratuidad expositiva y/o de mensaje. Al contrario, este viaje interior/exterior desde ese cielo falso hasta el infierno que emprende el protagonista, esa deserción del lado bueno, resulta globalmente fascinante, creíble y amarga.
Grácil, profundamente desoladora. Es una crítica a la alta burguesía, a la sociedad que nos ha tocado vivir, a la Religión (apostando por una paganización diáfana) y todo el catálogo de obstáculos/cortapisas que ello conlleva.
El dinero, la posición social, los vicios, la fe, la aparente normalidad, suponen un escenario casi irreal y este vagar por esos paisajes a lo Antonioni (con ecos también de Kafka, Bergman, Béla Tarr), ese contraste entre opulencia y decrepitud (tanto de lo uno como de lo otro, especialmente a nivel moral), atrapa en su descarga de Imagen más discurso, siendo portadora de un surrealismo deprimente y original, algo demacrado en la parte final con la irrupción de Denis Lavant (y con él, del espíritu de Carax) que remata en lectura canibalista pero de forma menos convincente: este viaje finalmente mental. Una película que merece todo el respeto, incluso admiración. Bienvenido Öunpuu; bienvenido cine estonio.