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Juegos de placer

Drama A finales de los 70, Jack Horner, un director de cine porno que considera su trabajo una forma de arte descubre a Eddie Adams, un joven ingenuo que desea triunfar y que tiene unas características físicas muy adecuadas para ese tipo de cine. Eddie cambia su nombre por el de Dirk Diggler, se adapta inmediatamente a nuevo estilo de vida y pronto se convierte en una gran estrella del porno. (FILMAFFINITY)
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Críticas 91
Críticas ordenadas por utilidad
11 de abril de 2006
20 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que refleja, con más seriedad de lo que aparenta, la vida del actor porno, su meteórica ascensión al Olimpo de la fama y su posterior descenso a los infiernos. Yo siempre he dicho que he nacido para ser actor porno (vocacionalmente hablando, porque de pene no ando sobrado, je, je), pero la verdad es que se le quitan a uno las ganas tras ver cómo acaba la mayoría de los personajes: algunos metidos en el mundo de las drogas, otros intentado pedir préstamos que les deniegan precisamente por su anterior profesión, otros muertos...

Una desmitificación con toque "pulp" que además es muy entretenida.
jastarloa
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21 de agosto de 2008
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El debutante Paul Thomas Anderson, nos ofrecía un film de entrada muy arriesgado debido a que trataba sobre el mundo del cine porno. Teniendo en cuenta que estamos hablando de la sociedad norteamericana, cuyo excesivo puritanismo (e hipocresía digamoslo todo) roza el fanatismo, no cabe duda que un planteamiento como el del novel director estaba condenado no sólo al fracaso sino a la hoguera (en sentido figurado afortunadamente).

Sin embargo, Anderson, en lugar de aprovechar un tema escandaloso para dar bombo al film y conseguir un taquillazo, optó por un camino algo menos fácil pero al mismo tiempo más efectivo y valorable: en lugar de explicarnos una sucesión de escenas de sexo puro y duro, se traslada al momento en que la industria entró en lo que se llamaría los años dorados del cine porno, en los años 80, y nos cuenta la historia de un joven ingenuo (Mark Walhberg) quien prácticamente por casualidad acaba ganándose la vida como actor porno, atraído sobretodo por el dinero. Con lo que lejos de entrar en polémicas morbosas, Anderson da un punto de vista bastante más real y por ello más humano y cercano.

De esta forma Anderson retrata a un puñado de personas marginales que buscan el cámino más rápido al éxito y sobretodo al dinero. Entre ese grupo podemos encontrar figuras, que con otro nombre, perfectamente reconocibles dentro del mundo del porno de los 80 como John Holmes. El film nos viene a contar el ascenso y caída del grupo en general, pero visto desde el punto de vista del protagonista (interpretado por un correcto y prometedor Mark Walhberg), pero el director realiza un acercamiento humano y hasta cierto punto emotivo a unos perdedores, con lo que consigue que el espectador se identifique con ellos, aunque más en lo que se refiere a su vida personal, que profesional (es deicr, no en el sentido de identificarse con el trabajo de una estrella del porno).

Paul Thomas Anderson consigue realizar un film que, aunque está revestido de un tema considerado tabú, nos acerca al tema como algo normal, tratando el tema del porno como si de una anécdota se tratara, más bien un oficio cualquiera, con sus evidentes ventajas (monetarias sobretodo), e inconvenientes. Al margen del estupendo tratamiento, el director contó con un reparto en estado de gracia: al citado Mark Wahlberg, hay que añadir las también estupendas interpretaciones de Julianne Moore, Burt Reynolds, Heather Graham, John C. Reilly y Don Cheadle por citar a los más conocidos.
manulynk
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15 de septiembre de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un recorrido histórico por el mundo de la industria pornográfica, un negocio donde lo importante era el tamaño…, un universo lleno de risas y lágrimas, sangre, sudor, y sobre todo semen y mucho sexo sin rasurar. Todo ello narrado con brío y gran acierto para estar hecho por un cineasta que contaba con sólo 26 años. Una película descaradamente amena, que no cae en juicios morales, virtuosa en su estilizada narrativa, que sostiene los planos secuencia hasta lo imposible con brillantes “travellings”, y que con relativa cotidianidad, convierte el universo del porno en un entrañable ambiente sórdido pero a la vez lleno de encanto, ridículo y sublime, lamentable y necesario. El cineasta evita caer en la falsa nostalgia, ofreciéndonos una fantasía personal, sin ser tampoco, la biografía oficial del célebre actor porno John Holmes cuyo atributo sexual gozaba de un tamaño descomunal.

El jóven cineasta ya daba pruebas de su talento, su puesta en escena respira energía y vitalidad, en “Boogie nights” mantiene siempre un ritmo efervescente más cercano a la comedia que al drama, intentando aligerar la morbosidad pero donde no se renuncia a la carne y al vicio de la época junto a las fantasías masculinas que consumían estos productos. Un tiempo donde reinaba la música disco (The Emotions, Silver Convention, Boney M y Electric Light Orchestra), las luces de neón, los pantalones de campana, las chaquetas y camisas horteras, los coches caros, las grandes fiestas privadas y la cocaína. Eddie Adams (un jovencísimo Mark Whalberg) rebautizado como Dirk Diggler es el protagonista de esta trama coral, poblada de estrafalarios secundarios que se acoge al conocido esquema de ascensión y caída del protagonista que representa a esos perdedores, huérfanos de cariño y comprensión condenados a servir de entretenimiento con su físico de un público voraz por consumir imágenes sexuales.

Todo ello capitaneado por el director Jack Horner (Burt Reynolds), que ejerce como gran padre y protector,un cineasta mediocre con aspiraciones artísticas que pretende dignificar el porno hasta con series demenciales para la televisión. Film que goza de un soberbio casting, un puñado de actores casi desconocidos, excepto Reynolds, ahora todos grandes estrellas del celuloide. En el fondo, se trata de una ácida crónica de los años 70 en el valle de San Fernando (California), la cuna del porno más importante de la época, en la que el video se habría paso al celuloide por sus costes e infraestructura más barata de producir que generaba cuantiosos ingresos económicos. Así pasamos de una época luminosa jovial y divertida a una etapa más sombría filmando la realidad de sus vidas. La película de Anderson sin ser redonda, en mi opinión abusa del metraje y es a veces reiterativa, refleja aquel escabroso mundo, lleno de falsedad e hipocresía que estigmatizaba a los creadores de un producto demandado por esa sociedad que a la vez repudiaba a sus protagonistas. Pues ni Amber (Julianne Moore) puede reclamar los derechos sobre su hijo, ni el actor de color (Don Cheadle) puede montar su negocio de sonido Hi-Fi, ni Eddie consigue liberarse de la fama de su enorme pene para conseguir otro trabajo.
EL ALBATROS
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22 de diciembre de 2010
14 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que son exactamente los 33 cms. de polla que constituyen la base de esta película, que por lo visto es obra de culto para muchos.

Yo anoche tenía dos opciones: "El abrazo partido" y "Boogie nights". Como estaba indecisa me metí en FA a comprobar las votaciones y las críticas y vi que estaban muy empatadas, las dos bordeando el notable y con críticas muy buenas en general. Total, que aunque soy bastante forofa de la comedia argentina, finalmente me decidí por ésta porque me llamó más la atención el argumento y me apetecía ambiente setentero, musiquita y tal. Craso error el mío, terminé de coca hasta las pestañas, que hasta me picaba la nariz de tanto ver esnifar a diestro y siniestro.

Voy a resumir lo que vi: niñato bastante lelo con polla enorrme que decide vivir de su don natural, un cineasta que constituye el único elemento centrado y racional de la peli, una novia cocainómana y colgadísima con complejo maternal, una zorrilla sobre patines conocida como rollergirl, un montón de fauna pasada de vueltas, y lo que podríamos llamar para entendernos en términos cinematográficos mucho "desmadre a la americana".

Lo mejor de la peli: Juliane Moore, fantástica y supercool; Burt Reynolds, el alma de la fiesta. Y por supuesto el ambiente y la música.

Lo peor: Mark Wahlberg, alias carapalo. No he visto cosita más insulsa y menos expresiva en todos los días de mi vida. Mucho nabo y mucho mambo pero nada de sustancia. Ful del Estambul.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Talía666
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10 de enero de 2009
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La obra de Paul Thomas Anderson es probablemente una de las más completas del cine contemporáneo. Desde el punto de vista técnico, el cineasta con fama de megalómano es capaz de reinventar todos los recursos narrativos, escénicos y musicales del séptimo arte. Desde el artístico, sus historias son básicamente decálogos del dolor humanos, con todas sus caras y aristas.

Boogie Nights podríamos decir que es la hermana de sangre de la magna Magnolia, por un punto de partida similar (una historia coral) pero con tono y ambiciones muy distintas. El telón de fondo de la historia es el mundo del cine porno de los setenta - ochenta, pero las verdaderas intenciones de Anderson son retratar de la manera más compleja las relaciones de una familia diferente, los lazos que los unen y las brechas que les separan con el paso de los años. Con un pudor y una valentía al mismo tiempo encomiable, Anderson realiza un recorrido vital hasta los infiernos del alma a lo largo de dos horas que pasan como un suspiro gracias a una fascinante banda sonora y a un amor y un respeto por sus personajes que consigue que los amemos y respetemos tanto como él. Boogie Nights no es una sucesión de escenas morbosas (aunque las haya), ni tampoco un fresco social ni una crítica histórica. Es un retrato de almas con ansia de amar, que viven la pérdida de sus raíces y sus frutos, del precio de la ambición, del amor paterno y materno, de la búsqueda de una identidad, y de la consecución de la felicidad, tan esquiva demasiado a menudo.

Contemplando toda la filmografía de Anderson podría chocar el tono tal vez optimista de Boogie Nights, pero lo cierto es que pocos directores y guionistas diseccionan con tanta habilidad y humanidad las miserias humanas. Otro que sorprende es Mark Whalberg, un actor de lo más limitado bajo mi punto de vista, que aquí realiza la que sin lugar a dudas es su mejor interpretación, rozando la gloria y lo patético. Y sin menospreciar a todo su magnífico e interminable reparto hay que hacer un punto y aparte en la valoración de Burt Reynolds y Julianne Moore.

El primero resucitó unos segundos con este filme gracias a una poderosa interpretación, el padre, cabeza y corazón de todos los seres perdidos que pululan por Boogie Nights. Y Julianne Moore simplemente es imposible de alabar, porque no existen adjetivos que describan su trabajo como Amber Weaves. De una sutileza aplastante, de una presencia enigmática, de una belleza extraña, de un dolor plausible, de una perfección ilimitada.

Gracias a lo que haya que dar las gracias, en el cine aún tenemos cineastas como Paul Thomas Anderson, capaces de meter su cámara en los recovecos del corazón humano, y además de eso retratarlos como componía Bach o esculpía Miguel Angel. Arte completo.
jaly
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